¿Cómo puede la religión contribuir a preservar las costumbres benéficas? Aquellas costumbres cuyos beneficiosos efectos escapaban a la percepción de quienes las practicaban sólo pudieron conservarse durante el tiempo suficiente para demostrar su positiva labor selectiva en la medida en que pudieron contar con el respaldo de fuertes creencias en poderes sobrenaturales o mágicos que contribuyeron eficazmente a desarrollar esta función. Cuando el orden de la interacción humana se hizo más extenso, cercenando de este modo las exigencias de los instintos, dicho orden pudo mantenerse durante algún tiempo debido a su completa y continua dependencia de ciertas creencias religiosas, falsas razones que influyeron sobre los hombres para que éstos realizaran lo que exigía el mantenimiento de una estructura capaz de alimentar a una población más numerosa.
Ahora bien, así como la creación del orden extenso no fue fruto de previa intencionalidad, así tampoco existe razón alguna para suponer que el apoyo derivado de la religión haya sido deliberadamente fomentado, o que hay existido a este respecto una especie de “conspiración”. Es ingenuo suponer –especialmente si tenemos presente cuanto hemos dicho sobre la imposibilidad de prever los efectos de nuestros esquemas morales- que unas élites ilustradas calcularan fríamente los efectos de los distintos sistemas morales, eligieran entre ellos el más adecuado y trataran de persuadir a las masas, recurriendo para ello a la “noble mentira” platónica, y, bajo los efectos de una especie de “opio del pueblo”, doblegarla a los calculados intereses de sus propias reglas.
F.A. Hayek, La Fatal Arrogancia. Los errores del Socialismo, Obras Completas, vol. I., Madrid, Unión Editorial, S.A., 1990, p. 215.

“En general, la mecánica cuántica no predice un único resultado de cada observación. En su lugar, predice un cierto número de resultados posibles y nos da las probabilidades de cada uno de ellos. Es decir, si se realizara la misma medida sobre un gran número de sistemas similares, con las mismas condiciones de partida en cada uno de ellos, se encontraría que el resultado de la medida sería A un cierto número de veces, B otro número diferente de veces, y así sucesivamente. Se podría predecir el número aproximado de veces que se obtendría el resultado A o el B, pero no se podría predecir el resultado específico de una medida concreta. Así pues, la mecánica cuántica introduce un elemento inevitable de incapacidad de predicción, una aleatoriedad en la ciencia.”
Stephen W. Hawking, Historia del Tiempo, Editorial Crítica, S.A., 1988. Pág.84

«la especulación es una actividad humana, un verdadero trabajo profesional que se sitúa dentro de la economía. Dicha actividad económica es vista por nosotros como un elemento o aspecto de la vida social que tiende al bien común. En este sentido, el mundo financiero, como ámbito concreto de dicha economía, con su específica labor de intermediación lleva también a cabo una actividad que tiende al bien común.
Los especuladores desarrollan dentro del sistema económico una función social positiva. Del análisis realizado sobre todos los efectos de la especulación, dos son, a nuestro parecer, los más característicos. En primer lugar la especulación contribuye a la distribución de riesgos: el especulador, al vender seguridad y asumir incertidumbre, está prestando un servicio a la otra parte. En segundo lugar, la especulación reduce las posibles diferencias entre el “valor real” y el valor de mercado: los especuladores llevan a cabo una constante función de control sobre los precios ya que, con su trabajo, ayudan a corregir las excesivas diferencias entre el precio de mercado y el precio que teóricamente responde a los bienes o al futuro (expectativas) de la empresa en cuestión (análisis fundamental). Las previsiones de los distintos especuladores basados en sus propios análisis de la realidad económica subyacente, ajustarían los precios del mercado a lo que la realidad justifica.»
Eduardo Camino, tesis doctoral: Elementos para una reflexión moral sobre la especulación económica, pp.319-320. Ver también un resumen publicado como libro con el título Ética de la especulación
financiera, Unión Editorial, Madrid, 2004.

Eugenio Domingo Solans, en el prólogo al libro Economía a vuelapluma, puso por escrito esta confidencia personal:
Me contaba mi padre que Von Mises decía a sus amigos que para saber economía debían también estudiar sociología, psicología, matemáticas, derecho y demás disciplinas relacionadas. Uno de sus alumnos le replicó: “No pretenderá Ud. que yo me ponga a estudiar todas estas ciencias, cuando lo que quiero es ser economista”. A lo que el maestro austriaco contestó: “Claro que no, siempre que Ud. no pretenda ser un buen economista”.[1]
[1] Eugenio Domingo Solans. Prólogo al libro de José Juan Franch, Economía a vuelapluma. Madrid, Ediciones Eilea, 1996, p. 19