2.3 Errores estatalistas y de agregación

2.3 Errores estatalistas y de agregación

A pesar de la eficacia manifiesta del sistema de derechos de propiedad individual derivados de la plena y entera libertad y responsabilidad, es decir, de la plena y entera posesión de sí mismo, estos derechos están siendo gravemente amenazados por una parte a través del crecimiento desorbitado y desproporcionado del Estado y de otra, ligada a la anterior, por las tendencias macroeconómicas a diseccionar los compo­nentes de las propiedades individuales para agregarlas a continuación por separado al objeto de crear modelos de análisis económico  de crecimiento y desarrollo controlables por el aparato estatal. Cuando los derechos de propiedad no se amplían tanto en precisión como en extensión se pasa a una situación de abandono e irresponsabilidad generalizada. Veamos como lo explica magistralmente Hayek: La responsabilidad de muchos sin que al mismo tiempo se imponga un deber de acción conjunta concorde, tiene como resultado usual que nadie acepte realmente la responsabilidad. Si a fin de cuentas  la propiedad de todos es la propiedad de ninguno, la responsabilidad de todos es la responsabilidad de nadie[1].

Decíamos antes que los derechos de propiedad están siendo gravemente amenazados  debido 1) al crecimiento desorbitado y desproporcionado del Estado y 2) por las tendencias macroeconómicas a diseccionar los compo­nentes de las propiedades individuales para agregarlas a continuación por separado al objeto de crear modelos de análisis económico  de crecimiento y desarrollo controlables por el aparato estatal. Conviene seguir profundizando en estas ideas que sintonizan con  la Escuela Austriaca de Economía: Toda ampliación del dominio estatal tiene un com­ponente coactivo que elimina en parte al individuo como ser pensante y  con  valor intrínseco y propio, haciendo de él un mero instrumento en la consecución de los fines de otro. En virtud de los derechos de libre y exclusiva disposición, una persona persigue sus propios objetivos utilizando los medios que le indican sus conocimientos personales basándose en datos que nunca pueden moldearse a voluntad de otros. La extensión del dominio estatal marxista  y socialista sobre los bienes, en vez de extender su coordinación, retrasa el acrecentamiento de la riqueza por falta de estímulo humanizador al disolverse la propiedad. Si la propiedad y la libertad se trasladan desde las fuentes personales de los ciudadanos al Estado personalizado y gran decisor, aquellas desaparecen: Los marxistas reconocen que la propiedad está determinada por el derecho exclusivo que tiene una persona sobre el uso y la disposición de una cosa, que la propia libertad está determinada por el derecho exclusivo que tiene sobre sus propias acciones y que, en un mundo en que las acciones están necesariamente mediatizadas por las rela­ciones con las cosas, no se puede tener una sin la otra. Pero la gran diferencia aparece a partir del momento en el que se trata de determinar cuál es ‘la persona’ que puede ser sujeto de estos derechos[2].

Expropiar coactivamente mediante impuestos una parte sustancial de las propiedades de la ciudadanía es echar paletadas de arena sobre el origen de la riqueza y cegar las fuentes más dinámicas del progreso económico. Cuando más del 50% de lo que se produce en un país pasa por el filtro gubernamental, la asignación y la eficacia de los recursos se empobrece. Cuando se utiliza la filfa de la educación «gratuita», la sanidad «gratuita» o las subvenciones «gratuitas», se está engañando a la ciudadanía. La educación o la sanidad nunca son gratuitas puesto que siempre implican un uso y consumo de recursos que tienen un costo. Este costo  posiblemente será más alto si su producción es pública que si fuese privada y en competencia. Los bienes «gratuitos» acaban siendo a la postre los más caros. El pago de esos elevados costes proviene de los ingresos tributarios que pagan los contribuyentes. El sistema  además es regresivo: como las clases bajas y medio bajas tienen menos posibilidades de eludir legal o ilegalmente impuestos, y como se incrementan los impuestos indirectos con directa repercusión sobre estos sectores de población, el resultado final acabará siendo regresivo. Se pagará más, pagarán más proporcionalmente, tendrán menos libertad de elección las capas de población más desfavorecidas y se desincentivará la oferta diversificada y el trabajo innovador cualitativamente mejor hecho. Si la libertad es poder de disposición sobre lo propio, libertad de elección, y si el poder económico ganado con nuestro trabajo es coactivamente expropiado por el ente de razón colectivo, la libertad retrocede y con ella la acción humana creativa y enriquecedora. El respeto y potenciación de la propiedad privada es por lo tanto tan constitutivo de un orden económico  de libertad y cooperación voluntaria, que el resquebrajamiento de esta institución está en la raíz de los temidos procesos infla­cionistas según Röpke. El debilitamiento de la propiedad produce también un debilitamiento del dinero, una pérdida de su poder adquisitivo. La solidez y perdurabilidad de lo adquirido y asegurado, de la propiedad, deja paso a lo quebradizo, huidizo e inseguro, de la situación inflacionis­ta. Todo se orienta al fugitivo instante actual sin pensar en generaciones futuras. Se disminuyen las posibilidades de  formar  una propiedad adecuada y suficiente y las gentes se sienten  cada  vez más interesadas en una corriente de ingresos garantizada  por  el Estado de Bienestar, por el Estado-Providencia.

Pese a las voces científicas que advierten de este peligro vivimos en una sociedad en la que este derecho comienza a ser un derecho delegado por ese poder tutelar que es el Estado. En vez de ser la propiedad del Estado una delegación de la privada parece que es al revés: que la privada es una delegación de la estatal. Incluso en los intercambios internacionales se tiende a razonar en términos de la bautizada y criticada por Von Mises «Volkswirtschaft» palabra con la que entendemos el complejo que forman todas las actividades económicas de una nación soberana, en tanto en cuanto el gobernante las dirige y controla. Esta tendencia a pensar en términos de América, Francia, España… en el intercambio internacional, olvida que es cierta persona francesa la que compra o vende a otra española y no es «Francia» y «España» los que comercian realmente.

[1] Hayek, F.A., Los fundamentos de la libertad (Madrid: Unión Editorial, 6ª ed., 1998), p. 119.
[2] Leopold Khor, “Property and Freedom”, en Samuel L. Blumenfeld, Property in a Humane Economy. A selection of Essays Compiled by the Institute for Humane Studies (La Salle, III.; Open Court, 1974).