Dinamismo económico, tiempo y ciencia – Capítulo 2

Dinamismo económico, tiempo y ciencia

2.- Productividad del mestizaje intelectual científico y metodológico.

Una vez que ya en el capítulo anterior y en los apartados anteriores de este segundo capítulo se ha tratado de profundizar en esa variedad complementada de la estructura de la realidad  que siempre está inmersa en el tiempo, y una vez que se ha intentado captar cómo la acción humana a través del trabajo –potenciado por la variedad tecnológica de los instrumentos de capital-  va transformando la Naturaleza gracias a ese proceso de activación de causas para que puedan surgir determinados efectos pretendidos,  cabe preguntarse muy resumidamente por la importancia de las teorías científicas y sus métodos[1] de conocimiento en todos los campos del saber haciendo especial hincapié en lo que se refiere al pensamiento económico.

La historia de la humanidad es la historia de las ideas. Son las ideas, las teorías y las doctrinas las que guían la acción del hombre, determinan los fines últimos que éste persigue  y la elección de los medios que emplea para alcanzar tales fines[2]. 

Teniendo en cuenta que la economía es una ciencia humana[3] social es lógico que sean las ideas las que muevan la economía y no la economía la que determina las ideas. Al captar con acierto y riqueza de contenidos el mundo real, es el universo de las ideas  el que de alguna forma y respetando sus leyes diseña de modo  flexible, libre y creativo el universo material. Conseguir un auténtico desarrollo económico -que consiste en la adecuada humanización de las condiciones materiales de vida- tiene mucho que ver con un conocimiento progresivamente certero de las distintas ciencias especializadas y complementadas. También de los distintos  métodos[4] con los que cada ciencia se enfrenta a las leyes de la realidad que pretende conocer.

La coherencia sistemática de la naturaleza, de la que el hombre es elemento esencial, constituye, pues, el primer paso para la posibilidad del conocimiento. Sin esta previa comunidad, no tendría sentido el conocer humano[5].

Tanto en la matemática, la física o en la verdad de la química, como en la biología, la historia o en de la biología, el derecho y la economía  por ejemplo -entre todas las demás disciplinas científicas- se requiere un continuo esfuerzo investigador tratando de desentrañar los quid de la compleja[6] e inabarcable realidad[7] que se encierran en el universo de la naturaleza[8]. Como la economía es una ciencia práctica no es ajena a ella la capacidad de tratar de alcanzar -en búsqueda siempre inacabada-descubrimientos oportunos que se  puedan llevar a la práctica.

La contemplación del Eidos no implica su posesión, sino su búsqueda constante y el continuo acercamiento a él. Así, la teoría se engarza con la vida,(…)[9] 

La producción económica –que como dijimos es en definitiva producción de valor añadido- se nos presenta entonces como un proceso inacabado de descubrimientos certeros para los intereses humanos  y de difusión de sus realizaciones prácticas.

El valor de una idea no se mide, pues, por su pureza o por su generosidad en abstracto, sino por sus posibilidades de aplicación a lo real. (…)

El lenguaje corriente, fuente inagotable de sabiduría, es muy esclarecedor en este punto. Cuando decimos a alguien: “Has tenido una buena idea”, tal fórmula se aplica, no a la idea de en sí misma, sino a sus felices consecuencias prácticas. De este modo, la prueba de lo real constituye el único criterio de la validez de las ideas.[10]

En este sentido resulta de gran importancia para cualquier ciencia tener en cuenta que no se puede confundir lo entendido con lo imaginado. Es importante saber que existe una distinción clave entre los entes reales y los entes de razón y que su no compatibilidad da lugar a errores que pueden ser graves. Por eso es muy conveniente en la investigación científica reconocer la existencia de  errores[11] y no empecinarse[12] en nuestras propias visiones subjetivas de la realidad. El trabajo intelectual que busca saber[13] tratando de mejorar el conocimiento en los distintos campos requiere grandes dosis de humildad[14]. De lo contrario las consecuencias negativas de los errores pueden ampliarse notablemente en la práctica. Conviene tenerlo en cuenta porque en la literatura científica económica –más aún en la política- se confunde a veces la realidad con la imaginación  o con la opinión manipulada[15], lo que pensamos que son causas con las que realmente lo son. Es decir que se sustituyen en ocasiones las relaciones causa-efecto imaginadas con las que verdaderamente son y actúan de hecho en la vida real[16].  Para que las transformaciones que se pretenden realizar puedan conseguirse es necesario que las relaciones causa-efecto reales  implicadas sean coherentes con  la armonía transformadora de la  verdad[17] de la naturaleza física y humana[18] así como con la sintonía interactiva de la verdad y la fuerza de sus leyes[19]. Como indica von Mises en otra de sus obras, el estudio de la parte más específica del hombre, no la meramente biológica, empieza y termina con el estudio de la acción humana. Y es imposi­ble comprender la conducta consciente sin las categorías de causali­dad y finalidad.[20]

En cualquier caso, a pesar de los altibajos y a golpe de tantos y tantos errores[21] y rectificaciones, el proceso investigador constante -desde lo más simple y fácil de analizar hasta lo más complejo[22]– a lo largo de la historia descubriendo matices antes insospechados ha hecho que hayamos alcanzado la situación actual en la que la riqueza y variedad de instrumentos de capital cada vez más sofisticados hace que el tiempo transcurrido entre la concepción y  el diseño de cualquier proyecto y su realización práctica sea cada vez más insignificante. Lo que cada vez adquiere un significado más relevante es la finalidad del proyecto y su idoneidad humana última. La equivocación en el fin último trae como consecuencia un sin fin de errores que después son de difícil o imposible rectificación. Estamos ya inmersos en esa nueva era en la que cada vez se acorta más el tiempo necesario para llevar a la práctica la idea, cualquier idea, positiva o negativa certera o equivocada.

Como según se viene analizando en este trabajo, la realidad es heterogénea pero a su vez está concatenada en sus distintos multiuniversos también interconectados es lógico que para captar de forma más adecuada esa riqueza multivariante de la realidad sea conveniente su estudio y análisis desde distintos puntos de vista y con distintos métodos[23]. Inteligencia, intuición y experimentación[24] también se potencian[25] entre sí, y muchas veces lo hacen a través del proceso científico interactivo y  dialogante[26]. Estos puntos de vista y sistemas de aproximación a la riqueza de la verdad no estarán en contradicción sino que se completarán unos a otros. Los objetos de las distintas ciencias son aspectos diversos de lo mismo. Es la unidad en la multiplicidad. Es la armonía de la riqueza libre de la realidad que  se manifiesta de mil formas distintas y donde todas las ciencias se entrelazan misteriosamente: la filosofía[27], la historia, el derecho, la literatura o la física, la química, la lógica y la matemática, o la psicología, dialéctica, medicina, dietética… etc. Los diversos enfoques e interpretaciones de la realidad son interdependientes[28] por lo que en el fondo todas y cada una de las ciencias acaban siendo interdisciplinares[29] a medida que profundizan más en sus objetos propios. Y las auténticas teorías científicas son las más prácticas. Teorías científicas  y aplicaciones prácticas también son interdependientes y se potencian mutuamente[30]

“la peculiaridad de cada ser, su diferencia individual, lejos de estorbarle para captar la verdad, es precisamente el órgano por el cual puede ver la porción de realidad que le corresponde. De esta manera, aparece cada individuo, cada generación, cada época como un aparato de conocimiento insustituible. La verdad integral sólo se obtiene articulando lo que el prójimo ve con lo que yo veo, y así sucesivamente. Cada individuo es un punto de vista esencial. Yuxtaponiendo las visiones parciales de todos se lograría tejer la verdad omnímoda y absoluta. “[31]

Así pues, parece que el motor del auténtico desarrollo científico no nace de las rígidas y lineales estructuras dogmáticas de una determinada disciplina especializada, sino que todo el proceso investigador necesita de la armonía interdependiente de las distintas ciencias[32] y métodos[33], la tecnología y, sobre todo, la interacción abierta e inteligente de los recursos[34] humanos[35] que investigan los distintos campos de la realidad.También se precisa un cierto mestizaje[36] científico que acaba en fecundidad intelectual frente al enemigo común de la pobreza en el caso de las disciplinas económicas y empresariales.

 En economía, el maestro debe poseer una rara combinación de dotes. Debe alcanzar un nivel elevado en distintas direcciones, combinando capacidades que, a menudo, no posee una misma persona. Debe ser, de algún modo, matemático historiador, estadista, filósofo; manejar símbolos y hablar con palabras; contemplar lo particular bajo el prisma de lo general, abordar lo abstracto y lo concreto con el mismo vuelo de la idea. Debe estudiar el presente a la luz del pasado y con la vista puesta en el futuro. Su mirada ha de abarcar todas las partes de la naturaleza y de las instituciones humanas. Debe ser simultáneamente interesado y desinteresado; distanciado e incorruptible como el artista, y no obstante, a veces, tan pegado a la tierra como el político. Si no plenamente, sí en muy buena parte, Marshall poseía este ideal poliédrico. Pero, por encima de todo, esta variedad de educación y de naturaleza le otorgaba el don más esencial de cuantos le son precisos al economista: era en sumo grado historiador y matemático, estudioso, al a vez, de lo particular y de lo general, de lo temporal y de lo eterno.[37] 

La inteligencia flexible se caracteriza cada vez más por su capacidad de ver las cosas, las ideas propias y ajenas, desde diversas perspectivas[38]. Desde esa facultad interior de entender se atisba de nuevo esa unidad en la multiplicidad[39] del conocimiento.  Esa  flexibilidad  permite una remodelación reflexiva de la inteligencia en sí misma. Con esa libre soltura personal responsable del pensamiento se evita tanto la inteligencia estructural poco imaginativa como la imaginación fantasiosa poco inteligente[40]. El secreto en definitiva está en la colaboración intrínseca de lo tecnológico más avanzado con lo humano más profundo para adentrarse con soltura y seguridad en el horizonte de una nueva era porque será una nueva era cultural y científica más rica y esperanzada que repercutirá sobre las mismas bases de los sistemas económicos. Y en la base de todo sistema económico está siempre  su entramado microeconómico.

Dinamismo económico, tiempo y ciencia

[1] Ya desde la Antigüedad el hombre ha intentado descubrir el método o «arte de inventar» por creer en la existencia de un «camino real» único e indispensable, para llegar al verdadero conocimiento de las cosas. El mismo Descartes (1596-1650) en  su Discurso del método creyó haber dado por fin con las reglas del método que, seguidas rígidamente, conducirían irremediablemente a la verdad. En esta misma línea se movió, más o menos, toda la corriente racionalista, segura de que la realidad, por ser de estructura racional e intrínsecamente inteligible, era susceptible de estudio y comprensión, con tal de encontrar el método adecuado.
[2] Mises, Ludwig von, Socialismo. Buenos Aires: Centro de Estudios Sobre la Libertad, WBF, 3ª edición; p. 581.
[3] De ahí los peligros de toda una visión errónea y por lo tanto acientífica del hombre.
[4] Richard B. Mc Kenzie explicaba en la introducción a su libro The Limits of Economic Science que había llegado al convencimiento de que sin una apreciación de las claves metodológicas en las ciencias sociales, era difícil comprender exactamente lo que nosotros estamos comunicando o transmitiendo a través de nuestras clases o nuestros escritos profesionales. En las controversias entre economistas y en sus actuaciones docentes e investigadoras siempre están involucradas cuestiones de metodología científica.
[5] Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 144.
[6] Los desarrollos científicos en la astrofísica, en la microbiología, en la electroquímica o en la termodinámica, por no citar otros muchos campos de investigación, nos están descubriendo una realidad viva y aparentemente azarosa materializada libremente. Parece como si los núcleos más íntimos de la materia o de la energía, y las fuentes más recónditas de la vida fuesen libres e inteligibles en cierto grado infinito de sofisticación.
[7] Leyó el enigma de los cielos. Y creyó que con la misma capacidad de su intuición introspectiva podría leer el enigma de la Divinidad, el enigma de los acontecimientos pasados y futuros preordenados por voluntad divina, el enigma de los elementos y de su formación a partir de una materia prima originaria indiferenciada, el enigma de la salvación y de la inmortalidad. Todo le sería revelado si perseveraba hasta el final, ininterrumpidamente, solo, sin que nadie traspasara el umbral de su habitación, leyendo, copiando, experimentando; encerrado en sí mismo, sin interrupciones por amor de Dios, sin anticipaciones, sin intervenciones ajenas o críticas, tomando al asalto con un poco de miedo y de estremecimiento esas cosas a medias ordenadas y a medias prohibidas, refugiándose en el seno de la Divinidad como si fuera el vientre materno.  Keynes, John Maynard, Ensayos biográficos. Políticos y economistas. Barcelona: crítica, 1992; p. 334.
[8] No cabe duda que la característica forma geométrica con la que se ha revisto la exposición de los Principia no guarda ninguna semejanza con el conjunto de los procesos mentales a través de los cuales Newton llega a sus conclusiones.
Sus experimentos siempre fueron, creo, medio no de descubrimiento, sino de verificación de cuanto ya sabía.
¿Por qué le llamo mago? Porque veía el universo y cuanto hay en él como un enigma, como un secreto descifrable aplicando el pensamiento puro a determinados testimonios, a determinadas claves místicas impuestas al mundo por Dios para que la hermandad esotéricas pudiera emprender la caza de la piedra filosofal. Creía que esas claves se hallaban  en  parte en el gran libro abierto del cielo y en la constitución de los elementos (y ahí tiene su origen la falsa impresión que le atribuye la condición de filósofo experimental); pero en parte, también, en algunos documentos y tradiciones transmitidas por los hermanos a través de una cadena ininterrumpida, cadena que se remonta a la originaria revelación críptica de Babilonia. Consideraba el universo como un criptograma del Omnipotente: de igual modo a como él mismo envolvió en un criptograma el descubrimiento del cálculo cuando se le comunicó a Leibniz. Pensaba que, mediante el pensamiento puro y la concentración mental, el enigma debía  necesariamente desvelarse al iniciado. Keynes, John Maynard, Ensayos biográficos. Políticos y economistas. Barcelona: crítica, 1992; pp. 333-334.
[9] (…) y la especulación de la idea de justicia sirve para reflejar la verdadera imagen del hombre justo. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 200.
[10] Thibon, Gustave, El equilibrio y la armonía, Madrid, Ediciones Rialp, 1981, p. 58.
[11] El campo de trabajo de los economistas austriacos es la teoría, en el estricto sentido del término. Entienden que la parte teórica de la economía política necesita una profunda transformación. Las teorías más importantes y famosas de la economía clásica son insostenibles o, en todo caso, sólo se las puede sostener después de unas modificaciones y unos complementos esenciales. En esta convicción de la imperfección de la economía clásica coinciden los economistas austriacos con los partidarios de la Escuela Histórica. Pero sobre la razón última de esa imperfección reina entre ambas escuelas una profunda divergencia de opiniones que ha sido motivo de una viva polémica sobre el tema del método.
La Escuela Histórica denuncia el origen último de los errores de la economía clásica en que esta última ha seguido un método de investigación equivocado. Dicho brevemente, la economía clásica ha sido, preferentemente, abstracto-deductiva, cuando en la economía política se debe operar sólo, o al menos preferentemente, de modo inductivo. Para facilitar la reforma necesaria de la ciencia basta entonces con reformar el método de investigación. Se debe abandonar la abstracción y en su lugar colocar «ladrillos empíricos», esto es, impulsar la historia y la estadística.
En cambio, los austríacos son de la opinión de que en el caso de los errores de los clásicos sólo se ha tratado, por así decir, de las típicas enfermedades infantiles de la ciencia. La economía sigue siendo aún hoy una de las ciencias más jóvenes, y lo era aún más en la época de la economía clásica, que a pesar de que se le atribuyera precipitadamente el nombre de ‘clásica’, es una ciencia incipiente e inmadura. Ahora bien, ni siquiera los mayores genios han dado nunca al primer intento en una ciencia con la verdad total y perfecta. Y este tampoco fue el caso de los clásicos de la economía política. Su mayor error consistió en que eran los precursores, mientras que nuestra gran ventaja es que nosotros somos los sucesores. Nosotros, que somos más ricos que nuestros predecesores en los resultados de una investigación centenaria, no hemos de hacer nada distinto de lo que ellos hicieron, sino que simplemente debemos hacerlo mejor. Von Böhm-Bawerk, Eugen. Ensayos de Teoría Económica, Volumen I, La Teoría Económica. Unión Editorial – Madrid, 1999, págs. 207-208.
[12]   Un ejemplo de esos malos hábitos intelectuales es el encasillamiento monolítico en nuestras ideas tratando de imponerlas a toda costa y sin dejar apenas margen a la autorreflexión y rectificación. Parece como si reconocer errores propios fuese un signo de pobreza intelectual cuando en realidad constituye un acto de positivo reconocimiento de nuestra riqueza y flexibilidad en los resortes humanos.
[13] La búsqueda de qué es la sensatez acaba cayendo en un sutil análisis de qué es el saber y de la dificultad de un conocimiento que tenga por objeto no determinados contenidos, sino el conocimiento mismo.  Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 254.
[14] En este sentido es preciso recurrir a Sócrates para recordar  la importancia que daba a la actitud humilde de partir de la ignorancia. Su lema se resumía en el «sólo sé que no sé nada». El método socrático toma la forma de un diálogo. Mediante una serie de preguntas hace ver a sus interlocutores los errores y contradicciones de sus discursos hasta que se ven forzados a reconocer que no saben lo que creían saber. Es a partir del reconocimiento de la propia ignorancia cuando estamos en condiciones de atisbar a tientas la verdad.
[15] «El arte de las palabras, compañero, que ofrezca el que ignora la verdad, y va siempre a la caza de opiniones, parece que tiene que ser algo ridículo y burdo». El mundo de las cosas, más allá del lenguaje, tiene su posibilidad en el contraste. Al menos, «cuando alguien dice el hombre del hierro o la plata, ¿no pensamos todos en lo mismo», pero «¿qué pasa cuando se habla de justo y de injusto? ¿No anda cada uno por su lado, y disentimos unos de otros y hasta con nosotros mismo?». Precisamente en este dominio de la sociedad y de la historia en la que se alumbran conceptos y se alimentan significaciones, la retórica, o sea, cualquier forma de arte que pueda manipular el lenguaje y, a través de él, el alma de sus oyentes, tergiversa lo real y aniquila el necesario dinamismo y libertad de la inteligencia. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 255.
[16] . Karl Popper, en Burgos, 1968, en un diálogo con Pedro Schwartz afirmaba que «es muy importante que no abandonemos la discusión racional; y la discusión racional se desarrolla bajo el ideal regulador de la verdad, el ideal de que queremos aproximarnos a la verdad. Esta idea es la que hace racional nuestra discusión.»
[17] El acercamiento al conocimiento de la verdad es transformador y si la verdad se viste de formas artísticas  es más verdad al ser más atractiva. Y la verdad artística  es un gran bien, como también el arte auténtico y verdadero es otro gran bien. Y la verdad del bien en todos los órdenes atrae y tiende a difundirse. Porque verdad, bondad y arte interactúan continuamente.
[18] Puesto que la ciencia, como institución, es parcialmente una proyección ampliada de ciertos aspectos de la naturaleza humana, cualquier incremento en el conocimiento de estos aspectos, se multiplicará automáticamente muchas veces.  Maslow, A.H.,  Motivación y personalidad, Flamma, Sagitario, 1975, p. 8.
[19] Como los seres humanos no son ni omnipotentes ni omniscientes, descubren una y otra vez que sólo cuentan con un poder limitado para llevar a cabo todas las cosas que les gustaría hacer. Resumiendo: su poder está necesariamente limitado por las leyes naturales, pero no lo está su libre albedrío. O dicho de otro modo: es abiertamente absurdo definir la «libertad» de un ser como su poder de llevar a cabo un acto que es imposible por su propia naturaleza. Murray N. Rothbard, La ética de la libertad, Pág. 65.
[20] Mises, The Ultimate Foundations of  Economic Science, Sheed Andrws and Ulc., Kansas City 1978, p. 34.
[21] La filosofía de Platón alcanza su forma adecuada en el diálogo, donde el logos adquiere su función esencial, no como descubrimiento de una realidad manifestada bajo la forma de enseñanza y, por consiguiente, paralizada en una doctrina, sino como  persecución de una verdad, cuya estructura ontológica iba logrando consistencia en su prolongado e inevitable contraste con el error. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), pp. 135-136.
[22]el principal logro que la Escuela Austriaca consiguió por esta vía fue su decidida colaboración para solventar las diferencias que inevitablemente deben existir entre, por un lado, las disciplinas que se ocupan de fenómenos relativamente simples, como la mecánica –que lógicamente fueron las primeras en tener éxito y por lo tanto se convirtieron en paradigmas a imitar por las otras disciplinas- y, por otro, las ciencias que tratan de fenómenos altamente complejos o de estructuras determinadas por un número de casos particulares mayor que el que puede ser estudiado directamente por observadores científicos, o bien que se ocupan de conceptos teóricos más que de hechos observables físicamente (por ejemplo, de los pensamientos de otras personas). De esta manera, lo que había estado implícito en el concepto de “mano invisible” de Adam Smith –que conduciría a la creación de un orden que ningún individuo de la sociedad podría comprender- se convirtió en el prototipo del modelo sobre el que se han basado cada vez más intentos dirigidos a dominar los problemas que presenta la determinación de sistemas altamente complejos”.    Hayek, Obras Completas, V. IV, Las vicisitudes del liberalismo. Ensayos sobre Economía austriaca y el ideal de la libertad. Madrid, Unión Editorial, S.A., 1992, p 62.
[23] Un pluralismo psicológico en la ciencia, nos enseña que existen  muchos caminos hacia el conocimiento y la verdad; que el artista creador, filósofo, el humanista literario, bien como individuos, bien como aspectos del individuo aislado, pueden ser, también, descubridores de la verdad. Maslow, A.H.,  Motivación y personalidad, Flammca, Sagitario, 1975, p. 14.
[24] En esquema:
  1. El entendimiento humano alcanza lo inteligible por un proceso de «abstracción» a partir de lo sensible: por lo tanto tiene como objeto propio y adecuado la esencia abstracta de las cosas sensibles.
  2. El proceso de abstracción no es caprichoso, sino que se hace posible «ex parte objecti» por la preparación que la cogitativa opera sobre sus contenidos múltiples y dispares de experiencia donde el entendimiento puede dirigir su rayo de luz unificante para la aprehensión de la esencia inteligible.
  3. El sentido aprehende per se los contenidos concretos; el entendimiento aprehende la esencia en abstracto. Cada facultad, por tanto, considerada aisladamente, no puede ofrecer más que un conocimiento inadecuado de la realidad actual, que no viene dado únicamente por las determinaciones accidentales sino también y sobre todo por las esenciales; pero que, por otra parte, tampoco viene dada por determinaciones universales, sino más bien por las individuales. El conocimiento adecuado de la realidad exige por lo tanto una «sinopsis» de ambos aspectos objetivos de la realidad; sinopsis operada, se entiende, por una facultad única y unificante. Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 304.
 [25] Newton poseía la capacidad de retener en la mente durante horas, días y semanas un problema, hasta que éste le desvelaba su secreto. Luego, gracias a una incomparable técnica matemática, podía revestirlo, cuanto os parezca, para facilitar la exposición; pero lo que era realmente excepcional en él era la intuición: «Tan afortunada en sus conjeturas —dice De Morgan— que parecía conocer más de cuanto tenía modo de demostrar». Las pruebas, por  lo que valieran, eran construidas a posteriori; no eran el instrumento del descubrimiento
Recordemos la historia de cómo informó a Halley de uno de sus más fundamentales descubrimientos sobre el movimiento planetario. «Sí —respondió Halley—, pero ¿cómo lo sabéis? ¿Lo habéis probado?» Newton quedó desconcertado: «La verdad es que hace años que lo sé —respondió—. Deme unos días y estoy seguro de que encontraré una prueba». Y ni que decir tiene que la encontró.  Keynes, John Maynard, Ensayos biográficos. Políticos y economistas. Barcelona: crítica, 1992; p. 333.
[26] Si el pensamiento es un diálogo del alma consigo misma, es evidente que su constitutivo esencial es el Logos. Pero el Logos no es sólo expresión, sino fundamento y razón de lo expresado. Como fundamento tuvo que plantearse Platón la relación entre palabra y realidad significada; como expresión tuvo que concebir el Logos en su estructura esencial de diálogo.
El saber no es una aceptación pasiva de una cierta estructura intelectual, sino que en el se integra un elemento activo que presta al conocimiento humano su más firme raíz. La ciencia no existe como estructura  a priori, que se consigue sólo por el hecho de ser comunicada o transmitida; la ciencia se crea, y en esta creación tiene lugar el progreso que es condición indispensable del saber. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 223.
[27] El pensamiento filosófico descubre, en lo real, las conexiones que lo sustentan. Como la vista vislumbra la belleza en las cosas que reflejan y crea una realidad hecha a medida de su deseo, cuando el Amor lo alienta, así también el filósofo, que «ve más», es capaz de construir el sentido de sus «visiones», en esa síntesis de inteligencia, que no en vano se llamará, de acuerdo con su origen, theoría. Emilio Lledó, La memoria del Logos (Madrid: Taurus, 1996), p. 254.
[28] El principal problema de la división que se ha producido entre distintos campos del saber, como sucede por ejemplo con la Economía y e Derecho (y lo mismo sucede con otras ramas), es que por desgracia el jurista se ve apartado del estudio del funcionamiento de ese orden espontáneo denominado mercado, que es donde precisamente surgen las normas de conducta que regulan la sociedad, mientras que, por otro lado, el economista se centra en el estudio del funcionamiento del mercado, sin llegar a ser consciente de la profunda relación de éste con las normas de comportamiento en las que se fundamenta.  Martínez Meseguer, César, La teoría evolutiva de las instituciones. La perspectiva austriaca. Madrid: Unión Editorial, 2006; pp. 295-296.
[29] Muchos de los grandes economistas de hace más de cien años, como Adam Smith, Bentham, John Stuart Mili, Sidgwick y otros, eran a su vez filósofos. Hoy en día pocos o ninguno lo somos. Como mucho, se reconoce ese vacío en nuestra formación y se trata de llenado, como hace Hayek: «Aun cuando continúo pensando que principalmente soy economista, he llegado a la conclusión, para mí cada vez más evidente, de que las respuestas a muchos de los acu­ciantes problemas sociales de nuestro tiempo encuentran, sin duda, su base de sustentación en principios que caen fuera del campo de la técnica económica o de cualquier otra disciplina aislada». HAYEK, Los fundamentos de la libertad, Unión Editorial, 4. ª  ed., Madrid 1982, p.22.
[30] La ciencia retomó su vuelo ascendente, pero con una motivación adicional desconocida para los antiguos: de que sea útil, de que esté orientada a las necesidades prácticas de los hombres, y de que reduzca el dolor y los afanes de la vida. De este modo, dejó de ser una actividad puramente especulativa. Se tornó activa y funcional, y adquirió un significado social. Casi de la noche a la mañana, las artes mecánicas, tan despreciadas por los antiguos, fueron rehabilitadas y glorificadas. Louis Rouger, op cit. P 98
[31]Ortega y Gasset, Op. cit. p. 151
[32] Si nos encerramos en una campana de cristal cientifista y economicista resultará que, al vivir en ese mundo modélico artificialmente inventado, se acaba conociendo muy poco del mundo real y tampoco se conoce lo que las otras ciencias han descubierto sobre este mundo real. Haciendo caso omiso de las grandes verdades descubiertas, también por los economistas, en los últimos doscientos años, se convierte la actividad económica en un automatismo de mecánicas medidas estereotipadas que se aplican según los recetarios técnicos propuestos para cada caso por los equipos de expertos especializados. Con esos recetarios técnicos se pretende manejar precios y salarios, tipos de interés, be­neficios, niveles de inflación, coeficientes de paro, etc.
[33] … comenzará, por fin, lo que íntimamente yo ya desearía para hoy: (se escribirá poco o nada sobre el método y, en su lugar, se trabajará más eficazmente con todos los métodos! Von Böhm-Bawerk, Eugen. Ensayos de Teoría Económica, Volumen I, La Teoría Económica. Unión Editorial – Madrid, 1999, pág. 188.
[34] Recurso en este caso significa la capacidad de respuesta a una necesidad. Un hombre de grandes recursos es un hombre de muchas y grandes capacidades de respuesta a variadas y difíciles situaciones. En un mundo en continuo y acelerado cambio no sirve una inteligencia rígida que sólo tiene una perspectiva de observación y entendimiento que es la suya propia. Esa rigidez que sólo ve su verdad convierte en torpe fracaso el coeficiente intelectual de más alta alcurnia.
[35] Cada cosmovisión científica, también, especialmente, en economía, es la culminación de muchas invenciones individuales concatenadas y resultado de muchos avances y retrocesos, de muchas pifias que acaban siendo útiles por las paradojas incomprensibles de la vida y, en definitiva, de mucha humildad intelectual que se asombra continuamente.
[36] De ningún modo deseo una lucha entre ambos métodos sino su reconciliación y su fértil colaboración. Me gustaría suscitar la sensación de que en el inmenso campo de la economía no sólo hay lugar para todos nosotros sino también necesidad de todos nosotros, de todos los tipos de facultades y de vías de investigación; y de que, en lugar de apuntar unos contra otros nuestras armas intelectuales y de rechazar obstinadamente lo que se nos ofrece al conocimiento por vía distinta de la propia, nuestro debes es unir nuestras fuerzas y apuntarlas contra nuestro enemigo común: los innumerables problemas de una de las ciencias más difíciles.[36]
[37] Keynes, John Maynard, Ensayos biográficos. Políticos y economistas. Barcelona: crítica, 1992; p. 185.
[38] El hilo conductor del itinerario que he intentado recorrer en este ensayo podría sintetizarse haciendo referencia al mito intelectual que ha caracterizado a la modernidad. Se trata del mito del uno: una ciencia, una verdad, un discurso, una ley. De aquí deriva la consecuencia por la cual a la unidad del saber puede llegarse solamente acallando las voces alternativas, como si unidad quisiera significar uniformidad. En cambio, es cierto que el auténtico progreso -incluido el del conocimiento- es siempre resultado de la variedad de enfoques y de puntos de vista; y es igualmente cierto que la lógica del uno es algo profundamente diverso de la lógica de la unidad, la cual –para ser tal- tiene una necesidad constitutiva de la pluralidad de las posiciones en juego. Zamagni, Stefano, Heterogeneidad motivacional y comportamiento económico. Inst. de Investigaciones Económicas y Sociales «Francisco de Vitoria» (Madrid: Unión Editorial, 2006), pp. 67-68.
[39] El mismo conocimiento que el alma tiene de sí, aunque sea el más propio entre todos los conocimientos, no es plenamente comprehensivo. Realmente su determinación, ontológica no se realiza más que a través de argumentaciones en las que encontramos oscuridades y aporías de no poca monta. No es intuitivo ni fácil el explicar cómo el alma misma, que es sustancia espiritual, sea a la ve raíz de la vida vegetativa y sensitiva y por ello forma sustancial del cuerpo: y sin embargo está aquí la razón última de aquella unidad en la multiplicidad que se revela en todo conocimiento nuestro y particularmente en la percepción.  Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 615.
[40] Los grandes y pequeños descubrimientos intelectuales o las pasmosas innovaciones científicas y técnicas que han fecundado la civilización humana, han sido posibles gracias a la iniciativa individual y a la libertad personal. Estas actuaban en ocasiones al margen de la legalidad vigente y en muchas otras contra corriente de la autoridad, siendo el hazmerreír de la masa ignorante y teniendo que aguantar el desprecio de las gentes indiferentes. Los éxitos más llamativos en todas las ciencias humanas y naturales se han conseguido a trancas y barrancas del ambiente y, generalmente, fueron realizados por minorías reducidas y, siempre, por personas particulares. Los colectivos, en cuanto tales, no inventan ni descubren. Son los individuos quienes lo hacen. Aquellos, si acaso, ejercen de mecenas facilitando la acción de estos.

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