4.- La microdinámica expansiva de la conducta entrelazada del consumidor.

4.- La microdinámica expansiva de la conducta entrelazada del consumidor.

Si queremos hacer un esfuerzo para comprender más certeramente las pautas de comportamiento de los compradores en sus millones de decisiones cotidianas, tenemos que acercarnos a esa compleja y cambiante realidad económica eliminando esas hipótesis restrictivas que hemos reseñado en el apartado anterior. Eliminándolas entenderemos sencillamente la utilidad marginal como la utilidad de la última dosis y entonces se amplía el campo de aplicación de la utilidad marginal para convertirse en utilidad marginal complementaria con alta elasticidad como hemos visto. Se  puede incluso plantear ya  la hipótesis de bienes, y sobre todo servicios, en los que se dé una elasticidad positiva, esto es, que la utilidad marginal, la utilidad adicional de la última dosis en términos cronológicos sea creciente en vez de ser decreciente. El mayor desarrollo económico de una sociedad hace que la extensión de utilidades complementarias marginales crecientes pueda ser mayor. En este último caso las curvas de demanda serían de pendiente creciente a la hora de la toma de decisiones efectivas por parte de los consumidores. Y ello, claro está, revoluciona toda la microeconomía moderna.

El tránsito de la sociedad industrial clásica a la sociedad postindustrial o a la sociedad de la información y del conocimiento viene caracterizado por la globalización e interdependencia crecientes ya sin posible vuelta atrás. En pocos años se ha pasado de estructuras sociales que trataban de operar en comportamientos estancos a un modelo en el que la intercomunicación lo penetra todo. Ahora «todo tiene que ver con todo». La sociedad se ha hecho mucho más compleja. Si seguimos anclados en paradigmas estáticos anteriores  esta creciente interdependencia será incomprendida.

Hay que considerar esa dinamización como un reto para la inteligencia y como una ampliación del campo de ejercicio de la libertad humana. Se hace necesario abandonar las posturas inerciales para tomar actitudes innovadoras en las producciones de bienes y servicios porque actitudes innovadoras se dan en las demandas de productos y servicios por parte de los consumidores. Cada vez más economistas alegan con SHACKLE que la decisión económica típica tiene elementos de singularidad o de no comparabilidad con decisiones anteriores. La decisión mediante la cual un hombre identifica y elige aquel de sus posibles actos que promete o sugiere el resultado que más desea, no es una mera respuesta a las circunstancias, y contiene un elemento al que podemos llamar inspiración, que introduce una novedad esencial en la secuencia histórica de las situaciones. La decisión se convierte así en el centro de una incesante creación de historia, y adquiere el significado que le dan la intuición y una actividad activa ante la vida, en lugar de ser, como suponen quienes tratan de hacer un cálculo secuencial de la conducta humana, un pasivo eslabón de cadenas de sucesos inevitables.

De enfoques preferentemente analíticos y funcionalistas, estamos pasando a visiones sintéticas y comprensivas. El hombre en sociedad, protagonista nato de la actividad económica, emerge con su realidad unitaria y trata de «coleccionar» un conjunto de bienes y servicios cada vez más armónico con esa realidad unitaria[1]. Cada individuo o familia demanda en cada momento lo que considera útil para la construcción de su proyecto conjunto y unitario de vida y estas demandas dependen fundamentalmente de lo ya poseído y consumido anteriormente de carácter complementario y de sus aptitudes personales siempre originales.

Ya se ha reconocido de modo definitivo que los objetos son ante todo e «inmediatamente» de las «totalidades» y que son estructuras organizadas, y no sumas de partes; y que es el todo lo que condiciona el ser y el aparecer de las partes, y no viceversa. «Se dan complejos ­—afirmaba Wertheimer— donde lo que acontece en el todo se desprende, no de cada uno de los trozos o de como ellos se conectan, sino viceversa: o sea que lo que acontece en un parte de este todo, está determinado por las leyes internas de este mismo todo». (Wertheimer, M., 43).[2]

También psicólogos eminentes como MASLOW[3] o VIKTOR FRANKL[4] se mueven en concepciones de la motivación y personalidad unitarias y orgánicas que refuerzan estos planteamientos desde el punto de vista psicológico. Estas concepciones psicológicas nos llevan también a la intuición y búsqueda de bienes y servicios que se retroalimenten al poder  generar utilidades marginales complementarias crecientes.

En todas las actividades educativas y de investigación, por ejemplo, la utilidad que proporcionan las últimas unidades es mayor generalmente que la proporcionada por las primeras. La utilidad de las primeras unidades no se destruye tras su consumo, sino que permanece en forma de capital humano, repercutiendo positivamente sobre la utilidad de las últimas.

Para un aficionado o profesional de la literatura un nuevo libro le puede proporcionar mayor utilidad que los anteriores. De igual forma un último disco para un aficionado o profesional de la música o un nuevo programa de ordenador para un aficionado o profesional de la informática. El acceso a cierto nivel de información autogenera mayor necesidad de información en el futuro. La información acumulada anterior se difunde in crescendo sobre un  mejor aprovechamiento y utilidad de la nueva información. En los servicios sanitarios también se produce habitualmente esta tendencia.

En muchos de estos casos el consumo de las primeras unidades no repercute negativamente, sino positivamente sobre el consumo de la segunda, tercera, cuarta, etc, ampliando la satisfacción, o mejor, rendimiento y utilidad, de las últimas.

Con todas las matizaciones que se deben hacer en la utilización de datos agregados, la expansión de la demanda universitaria en España, así como la explosión de Masters y cursos especializados para postgraduados y la posibilidad financiera de proyectos de Universidades privadas con precios de matrícula muy superiores a las Universidades públicas; el incremento  de la demanda de sanidad privada, además de sufragar los gastos de la pública; la explosión creciente de hardware y sobre todo el software informático; la demanda creciente de las comunicaciones, y de su rapidez, potenciando los sistemas vía satélite por ejemplo; o el «boom» de la información económica en los últimos años, son algunos ejemplos de bienes que se retroalimentan y donde  el consumo o utilización de las primeras unidades va provocando un efecto de adicción positiva hacia las nuevas unidades de más calidad en el mismo sector.

En este tipo de bienes se puede producir lo que podemos llamar «efecto coleccionista» o también «efecto adicción». Para un coleccionista de sellos o monedas, por ejemplo, la adquisición y posesión de las primeras unidades le reportan mayor utilidad. El uso y consumo de las primeras unidades ejercen un efecto positivo de atracción sobre las últimas. La utilidad de las primeras se añade a la utilidad de las últimas. La posesión de las últimas monedas o sellos completan la colección y aumentan el valor de todas las anteriores unidades.

Pero en la realidad de los casos que estamos considerando el efecto es aún más importante que el que he llamado efecto coleccionista o efecto adicción, y ello porque en el caso de los sellos por ejemplo, cada sello está separado del otro y del resto, sólo en el pensamiento o en la imagen del coleccionista están unidos conformando la colección. En los casos que estamos considerando la atracción de una unidad hacia la otra y las otras es aún mayor porque entitativamente como dijimos cada una tiene la potencia de complementar y completar a las demás y esa deficiencia de cada una que necesita de las otras ejerce la conveniencia e incluso necesidad de lo demás. No sólo es una colección sino que cada singularidad está de alguna forma en las demás, cada una es consecuencia de otra y de las otras. Cada una contiene en algún sentido a la otra y además esa capacidad de relación y esa concatenación está llamada a multiplicarse y reproducirse en otras nuevas distintas pero con similitudes significativas en lo sustancial. El mestizaje económico genera más mestizajes en tarea sin fin buscando la perfección en la excelencia. Todo está como ansioso de completarse y complementarse concatenándose.

Como ya se ha dicho hay una continua tensión por parte del consumidor, considerando individual o familiarmente, que se dirige a complementar y completar su patrimonio físico y su patrimonio humano. En todo patrimonio físico y humano unos bienes remiten a otros y éstos a otros, estableciéndose una estructura de remitencias cuya unidad y sentido se la da su propietario. Una mesa de estilo castellano reclama sillas y lámparas del mismo estilo. A su vez las cortinas tendrán que reflejar también cierta austeridad acorde con lo anterior, etc. La decisión primera condiciona las siguientes. La cantidad, calidad y distribución de los diferentes bienes poseídos repercute en la  utilidad marginal de los que se incorporan en último término. Las decisiones forman una red, se toman de forma concatenada, unas remiten a otras en relaciones multidimensionales, las decisiones están como enredadas unas con otras,  están –digámoslo así- encerezadas.

(…) no hay nada contrario a la propia lógica de la acción al afirmar que, de forma general, se despliega secuencialmente y que incluso las elecciones del consumidor guardan una cierta ordenación de objetivos dentro de un proyecto general. Ni tampoco sería necesario decir que esto es parte del capital de consumidor como hacen otros autores [5]

Si el protagonismo del capital humano se hace cada vez más intenso tenemos más razones para ampliar el campo de la utilidad marginal complementaria creciente en la conducta del consumidor. Porque el hombre es un ser capaz siempre de dar más de sí mediante la formación abierta y el aprendizaje continuo a lo largo de toda la vida. Es capaz de intensificar sus potencialidades por medio de aprendizajes positivos que van conformando un ser más competente.

Si todas estas apreciaciones se acercan a la realidad, esta utilidad marginal complementaria creciente está presente en numerosas decisiones de los agentes económicos, poniendo en tela de juicio la aplicabilidad real de la restrictiva ley de la utilidad marginal decreciente. Esta ley, generalmente aceptada, quedaría más como recurso formal abstracto para explicar la conducta en un universo ceteris paribus, que como auténtico móvil de la decisión y acción económica cotidiana en un mundo cada vez más plural e interdependiente. El método estrictamente analítico aplicado a «rajatabla» puede no ser útil en nuestro caso para acercarnos a nuestro universo económico-social.

La importancia de la teoría de la utilidad no se restringe al sector privado de la economía, sino que tiene indudables repercusiones a la hora de elaborar políticas de gasto público[6] y de redistribución de la renta[7], así como políticas impositivas. Al perder fuerza práctica en esta nueva sociedad la vieja ley de la utilidad marginal decreciente  empieza a resquebrajarse también el fundamento teórico y social de la imposición progresiva y de la redistribución[8] totalmente igualitaria de la renta. Adquieren más relevancia entonces los efectos negativos que la imposición progresiva tiene sobre el esfuerzo, el ahorro, la actividad empresarial (y en general emprendedora), el trabajo cualitativamente mejor, y en definitiva sobre el desarrollo y crecimiento económico de la región o país que consideramos.

Por otra parte, y siguiendo en el ámbito de la Economía Pública, la ley de la utilidad marginal decreciente ha tenido notable influencia sobre la imposición progresiva[9] una vez decantada la doctrina hacia el principio de la capacidad de pago sobre el del beneficio. Actualmente estos efectos negativos sobre el esfuerzo, el ahorro y la actividad empresarial son generalmente aceptados en la doctrina, pero se sigue considerando el fundamento de la ley de la utilidad marginal decreciente para mantener la progresividad y la conveniencia de la redistribución para alcanzar cotas de mayor bienestar[10] en el entramado social.  Para mantener cierta progresividad y redistribución existen otras razones teórico-prácticas importantes, pero las consideraciones que aquí se han expresado, abren un margen  a la duda sobre el recurso al decrecimiento generalizado de la utilidad marginal para fundamentar tal orientación en las políticas fiscales.

Si existen bienes, y sobre todo servicios, en los que se da una utilidad complementaria y creciente, hacia la promoción y potenciación de esos bienes y servicios debe dirigirse la actividad indicativa estatal tratando de buscar las sinergias impositivas adecuadas. Todo ello tanto a nivel legislativo general, como mediante sus políticas impositivas, como a través del gasto público eficiente en términos de mejora futura en la humanización de las condiciones de vida para el conjunto de ciudadanos.

Por último cabe decir como otra conclusión importante que la utilidad marginal decreciente era uno de los fundamentos de la pendiente negativa de la curva de demanda individual. A medida que disminuye el precio aumenta la cantidad demandada y, a su vez, a medida que aumenta la cantidad demandada se está dispuesto a pagar un precio inferior por las últimas unidades, puesto que la utilidad marginal es menor.

Si consideramos bienes o servicios con utilidades marginales complementarias crecientes, en algunos o en todos sus tramos, sería conveniente distinguir entre 1) funciones de demanda donde la variable dependiente es la cantidad demandada y la independiente el precio que hay que pagar para conseguir cada unidad, y 2) las funciones de demanda, al estilo en que las definió Marshall, en las que la variable dependiente es el precio que estamos dispuestos a pagar por la adquisición de una nueva unidad del bien en cuestión. Para las funciones de demanda del primer tipo, la utilidad marginal creciente no repercute sobre la pendiente negativa de dichas curvas: Si disminuye el precio que hay que pagar aumenta la cantidad demandada y si aumenta el precio disminuye la cantidad. Pero en las curvas de demanda Marshallianas, por la adquisición de nuevas unidades de estos bienes y servicios se estaría dispuesto a pagar un mayor precio puesto que la utilidad marginal sería creciente.

En nuestras sociedades, donde el capital humano y el sector terciario tienen un papel cada vez más dominante, conviene estudiar las consecuencias que para el desarrollo económico personal, familiar y social tiene la existencia de bienes y servicios con utilidades marginales complementarias muy elásticas e incluso crecientes.

[1] El sentido, como es una facultad ligada a órganos materiales, tiene un contacto directo con las cualidades concretas de los objetos de experiencia y es comprensible que su conocimiento pueda desenvolverse ulteriormente hasta alcanzar una cierta comprensión global del individuo según las condiciones reales de contingencia en las que éste se encuentra en un instante dado.  Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 309.
[2] Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 35.
[3] «El dato fundamental, en psicología es la complejidad original (…). Una característica esencial del análisis de la personalidad, en la práctica actual, es la de que hay un estudio preliminar o comprensión del organismo total, y que entonces procedemos a estudiar el papel que nuestra parte del todo juega en la organización y dinámica del organismo total. (…) En otras palabras, el todo es significativo cuando existe entre sus partes una dependencia mutua y demostrable. (…) En el concepto de Horney del círculo vicioso, cualquier parte está afectando siempre a otra de alguna forma, que a su vez y simultáneamente está siempre afectada por todas las otras partes. (…) Deberíamos decir que A y B causan una a otra y que son efectos la una de la otra y viceversa, como son también mutuamente dependientes, soportativas y reforzadoras». Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.
 
[4] VIKTOR FRANKL, por su parte, afirma que:»La persona es un individuo: la persona es algo indivisible, no se puede subdividir ni escindir precisamente porque es una unidad». Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.
[5] Rodríguez García-Brazales, Plan, Acción y Mercado, (Madrid: Unión Editorial, 2006), p. 207.
[6] . «Tal como señala MÜELLER, la teoría de la utilidad  es un buen fundamento para explicar la demanda del consumidor, tanto en el sector del mercado de la economía como en el  sector público, ya que el nivel de utilidad que alcanza depende del conjunto de bienes que recibe, tanto si éstos proceden del sector privado como si proceden del sector público. (…) Desde un punto de vista lógico, el proceso de elección del ciudadano consumidor comenzará por la demanda de todos los bienes públicos que satisfacen alguna de sus necesidades y de todas las transferencias monetarias a que tenga derecho. En segundo lugar decidirá sus demandas al sector privado, donde para obtener los bienes deberá pagar un precio con cargo a la renta disponible”. Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.
 
[7] Las repercusiones del concepto y teoría de la utilidad se hacen sentir también a la hora de tratar la conveniencia de la distribución y el logro de la «equidad». Citando a MUSGRAVE, se puede indicar en este punto que «gran parte del razonamiento que subyace a nuestros criterios de utilidad y equidad requiere una comparación entre los niveles de utilidad disfrutados por diferentes individuos. Las dificultades que implican tal comparación plantean serias cuestiones respecto a si todo el procedimiento tiene sentido (…) Una manera de cortar por el nudo gordiano consiste en suponer que la sociedad parte de estas premisas: 1) Que las curvas de utilidad marginal tienen pendientes decrecientes; y 2) Que todos los individuos deben ser tratados como si sus curvas fueran idénticas, tanto si este es el caso real como si no. Dados estos supuestos, fácilmente se sigue que los criterios de utilitarismo y de equidad exigen todos una distribución igualitaria». Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.
[8] La confirmación de estas apreciaciones complicaría, por ejemplo, la aceptación del Teorema de Lerner, ya sugerido por PIGOU, como justificación de las distribuciones igualitarias de renta. Este teorema indica que: «En cualquier división de la renta, si es imposible descubrir cuál de dos individuos tiene una utilidad de la renta mayor, el valor probable de las satisfacciones totales se maximiza dividiendo la renta igualitariamente». Pero tanto LERNER como algunos de sus comentaristas más prestigiosos como FRIEDMAN, LITTLE, MUSGRAVE o SAMUELSON consideran que el supuesto de la utilidad marginal decreciente de la renta para todos los individuos es necesario para el argumento. Como indicaba ALBI IBAÑEZ en la revista Hacienda Pública Española:
«Las funciones de utilidad manejadas en estos modelos dependen cardinalmente  de la renta individual, suponiendo que la utilidad marginal es decreciente. En definitiva, se considera la utilidad individual como un concepto mensurable en una escala  cardinal y se acepta la posibilidad de realizar comparaciones interpersonales de utilidad, admitiendo que los incrementos de renta reportan siempre una satisfacción menor cuanto más alto sea el nivel previo de renta». Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.
[9] Aunque desde autoridades de la talla de HOBBES y LOCKE, se prestó un soporte ético a la distribución por dotación de factores al defender el derecho innato de la persona a los frutos de su trabajo, la influencia del utilitarismo hedonista de BENTHAM se hizo sentir con fuerza y ha predominado la concepción de que habría que distribuir la renta de modo que se consiguiera la suma mayor de «felicidad» total. Según este último criterio, hay que redistribuir en orden a conseguir una igualdad en la capacidad de derivar esa «satisfacción» de la renta personal. Se concluye así la conveniencia de una imposición progresiva sobre la renta.
[10] Glosando a Gunnar Myrdal , como hace Martín Niño: «Una teoría de la imposición constituida auténticamente sobre la doctrina utilitarista debe desembocar necesariamente -si aceptamos los supuestos de que la función de utilidad colectiva es la suma de las funciones de utilidad coordinables de cada sujeto, y de que esas son decrecientes- en la igualdad absoluta del sacrificio marginal, con tasas impositivas altamente progresivas  y probablemente efectos negativos sobre el esfuerzo, el ahorro, la actividad empresarial y, por tanto, el crecimiento económico del país» . Cfr. Franch, José Juan “Revista de Derecho Financiero y Hacienda Pública” Volumen XLI Núm. 215 Septiembre-Octubre de 1991.