Población y economía crecientes – Apartado 4 – Capítulo IV – Crisis económicas y financieras. Causas profundas y soluciones.

Crisis económicas y financieras. Causas profundas y soluciones.

 Capítulo IV 

Apartado 4

Población y economía crecientes

          Nuestras más íntimas convicciones o sentimientos constituyen muchas veces un tremendo perjuicio cuando se trata de construir ciencia que busque objetiva y desapasionadamente la verdad. En ese terreno de los sentimientos no cabe duda que, hoy en día, una ola de tristeza y pesimismo absurdo invade la mayoría de los debates, también científicos, sobre la población y los recursos. Ese ambiente decadente a la hora de enfrentarse con el problema, desde el punto de vista vulgar y también científico, recuerda las previsiones de L’Abbé Raynal, autor a quien gustaba citar Malthus, quien escribió en 1781: «No se podría decir sin temeridad cuál será un día la población de los Estados Unidos. Pero si diez millones de personas encuentran alguna vez su existencia asegurada en estas tierras, ya será mucho. De pocas cosas podrá el país abastecerse a sí mismo, y sus habitantes deberán contentarse con una vida llena de estrechez y mediocridad[1] Doscientos cuarenta y tantos millones de personas que habitan aquel país, y con un nivel de vida envidiable, resaltan la gratuidad y la falta de realismo de tales afirmaciones «científicas». También podemos recordar que si la población inglesa en tiempos de Malthus era de 17 millones y hoy es de 56  millones, y si una mujer de condición modesta puede usar hoy medias de seda, cosa que era un lujo para la reina Isabel, como observa Schumpeter, es fácil concluir el grave error de tales razonamientos pseudomalthusianos.

          A pesar de muchos pesares, la realidad es generalmente más sorprendente, interesante, atractiva y positiva que muchas novelas escritas o soñadas en la ficción. Por eso la ciencia más auténticamente científica, si quiere aproximarse a la verdad, será más optimista que deprimente. Por eso creo que Adam Smith, el «primer economista» según muchos, tenía más asentados los pies en el suelo de la realidad económica cuando afirmaba en La Riqueza de las Naciones: La señal más decisiva de la prosperidad de un país es el del aumento del número de habitantes. Para Smith, según explica casi textualmente al comienzo del capítulo I, el progreso más importante en las facultades productivas del trabajo, y gran parte de la aptitud, destreza y sensatez con que éste se aplica o dirige por doquier, son consecuencia de la división del trabajo.  Cada uno de los individuos, libre y civilizadamente compenetrados en sus trabajos, se hace más experto en su ramo, y, como consecuencia, se produce más en total y se acrecienta considerablemente la «cantidad» de ciencia, tanto teórica, como práctica y reflexiva. La división progresiva del trabajo está ligada al aumento de esa población con capacidades originales de civilización. Al haber más trabajadores, cada uno siempre distinto a los demás, las tareas pueden dividirse y complementarse más y más a través del correcto funcionamiento de las instituciones básicas de los mercados libres; y la prosperidad general aumenta. Con estos razonamientos Adam Smith favorece el crecimiento de la población, en la cual no ve un obstáculo sino más bien una condición «sine qua non» para el desarrollo económico general. Si no aumentan las manos y las mentes disponibles, el proceso de división del trabajo se estancaría; y se deprimiría con él el progreso económico.

          Por eso es absurda la opinión y la práctica, por otra parte muy extendidas, de representar la relación recursos-población como una fracción en la que en el numerador estaría la suma total de los recursos disponibles y en el denominador la suma homogénea del número de habitantes. En la obnubilación de los números abstractos, y sin más consideraciones, el denominador se «zampa» el numerador, y se calcula a cuanto toca cada uno. Con este planteamiento hay dos formas radicalmente distintas de hacer que aumente el resultado de la relación: 1) aumentar el numerador de forma multiplicadamente creciente ante nuevos incrementos del denominador o 2) disminuir el denominador para que, en un mantenimiento constante de los recursos, toquen a más.

          Con la simpleza de este índice se cometen multitud de errores de libro, entre los que cabe destacar lo que en el lenguaje habitual nos parece una barbaridad: mezclar churras con merinas tanto en el numerador como en el denominador. El otro error de bulto, no menos bárbaro, es considerar independientes numerador y denominador, cuando, insisto, el aumento de la población civilizada propicia un incremento multiplicadamente mayor de los recursos. La población es el más importante de los recursos. Quizás Malthus no acertó a ver en su época el hecho obvio de que el hombre con su propio trabajo manual, intelectual y reflexivo es el que produce las subsistencias y las sobre-existencias. Tanto unas como otras no se encuentran espontáneamente en la naturaleza, o se encuentran en una proporción mínima. Para conseguirlas hay que trabajar y capitalizar. Y si no hay hombres, ni se puede trabajar ni se puede capitalizar. Como indica José María Méndez[2] en su teoría de la población, también muy smithiana: Malthus da tal énfasis a la demanda que acaba por olvidar el papel de la oferta.

          El hombre goza del privilegio único de poder empujar por sí mismo el techo de crecimiento de su especie. La resistencia del medio puede ser vencida por la inteligencia y creatividad humanas. La cantidad de subsistencias y demás bienes a disposición de la especie humana no es un dato fijo ni extrapolable de la naturaleza, sino que puede aumentar con el trabajo, con el bien hacer en todos los campos de la actividad humana. Nuestro trabajo puede saltar a niveles superiores de eficiencia y productividad. Cuando la especie humana llegue a su techo puede, con su inteligencia y su reflexión, ir empujando ese techo mediante la división progresiva del trabajo y el conocimiento creciente de las fuerzas de la naturaleza. Dicen los historiadores[3] que en el Paleolítico habitaban Francia unos 35.000 humanos. En España vivirían unos 15.000.y cuentan que el valle del Manzanares era habitado por unas tribus nómadas de 300 o 500 personas cuya fundamental fuente de recursos eran unos elefantes que allí vivían entonces. Si, saltando el túnel del tiempo, les hubiésemos hecho saber que allí viviría una población de más de  cuatro millones de madrileños, seguramente pensarían que estábamos como una regadera. No por nada, sino por la sencilla razón que no habría suficientes elefantes para todos. Concluyendo: la realidad es mucho más optimista.

[1] Raynal, A., Révolution de l’Amerique (París 1781), p. 131.
[2] Méndez, José María, Relaciones entre economía y ética (Madrid: Confederación española de Cajas de Ahorro, 1970), cap. XIV.
[3] Estos datos anecdóticos los escuché en una conferencia al prestigioso demógrafo el profesor José Manuel Casas Torres.

CRISIS ECONÓMICAS Y FINANCIERAS.  CAUSAS PROFUNDAS Y SOLUCIONES