ENCASILLAMIENTOS Y ENCASTILLAMIENTOS

ENCASILLAMIENTOS Y ENCASTILLAMIENTOS

Permítanme que por una vez no escriba, aparentemente, de cuestiones económicas. A pesar de lo que se publica, y contemplando los hechos y las actitudes reales, no parece que vivamos en una sociedad flexible, abierta, tolerante y secularizada, sino que mas bien parece que todos los cualquiera que pasean por nuestras calles y habitan los vecindarios tienen a gala continuar la medieval costumbre inquisitorial de poner el San Benito. Continuamente nos dedicamos, casi sin darnos cuenta, a encorsetar rígidamente a los demás con sambenitos de los que las víctimas difícilmente podrán deshacerse. Sustituimos lo sustancial por lo puramente accidental, el contenido por el continente, lo permanente por la mera anécdota, lo importante por lo circunstancial, la persona por la función. Encasillamos a la gente con múltiples camisas de fuerza que nos aprisionan, y desfiguran el aire original que cada uno tiene. No somos ya quien somos, sino que, por circunstancias accesorias, los convencionalismos nos convierten en blancos o negros; en los del norte o los del sur; en trabajadores o empresarios; en machistas o feministas; en consumidores o productores; en vascos, catalanes, aragoneses, andaluces, bosnios, canadienses, mestizos,  españoles, mejicanos, peruanos, chilenos, chinos o japoneses; en gordos o flacos; en rubios o morenos; en ricos o pobres; protestantes o musulmanes; fumadores o no fumadores; de derechas o de izquierdas; etc. No sólo sustituimos la personalidad radicalmente inimitable por algún accidente o por alguna función, sino que, a continuación, formamos piña masificada con lo accidental, lo idolatramos hasta cotas insospechadas, nos encastillamos, y nos enfrentamos violentamente con los grupos opuestos haciendo realidad cotidiana las más sangrientas luchas tribales en este siglo XXI.

          Leía hace poco unos estudios científicos antropológicos donde se demostraba que todo el género humano desciende de una sola mujer. Todos somos indígenas esparcidos por el mundo. ¡Cuándo nos daremos cuenta, y actuaremos en consecuencia, que todos estamos en el mismo barco y que todos hacemos falta! ¡Cuándo reconoceremos la dignidad igual e infinita de todos los cualquiera que se entrecruzan en nuestro pensamiento habitual y en nuestros ojos carnales o audiovisuales! ¡Cuándo descubriremos que los intercambios voluntarios de bienes y servicios, como la comunicación a través del lenguaje conciliador, son fenómenos de suma positiva donde todos los que participan salen ganando y ninguno se empobrece, haciendo realidad lo que los economistas llamamos mejoras de Pareto!

          Adaptarse a la realidad no es encasillarse en normas rígidas y deterministas. La realidad no es monolítica ni dogmática, sino flexible y libre en tanto en cuanto máximamente libre es quien la ha creado. No podemos ni debemos intentar dar vida auténtica a los entes de razón, a las clases sociales, a los grupos y gropúsculos, a las funciones. No existen militares, tutsis, judios, políticos, periodistas, pescadores, financieros, liberales, socialistas, indios o americanos. Existen fulano y zutano, mengano y perengano con sus fulanadas y sus menganadas. Un liberal no es igual a otro. Un socialista es distinto de otro como distinto es el forofo del Madrid y el vecino en la grada también admirador blanco. Ni siquiera uno mismo piensa igual hoy que ayer o antes de ayer.

          Quizás convenga decirlo bien alto: yo no soy, siéndolo, ni liberal, ni valenciano, ni madrileño, ni español, ni economista, ni profesor, ni creyente, ni casado, ni blanco ni moreno. Cada uno es el que es y punto. Ni más ni menos que ciudadano del mundo. Yo soy el ignorante que soy y cada uno es el que es. Para identificarme basta con el nombre. También los apellidos que resaltan y orientan la ascendencia y proyectan el futuro humano. Para reivindicar mi defensa de la igualdad (si no superioridad) de la mujer, su apellido: Señor de Oviedo. Hijo de mis padres, padre de mis hijos y abuelo de mis nietos, marido de mi mujer.  Quiero ser, y soy, un desconocido   integral que pide continuamente algo tan sencillo y tan inmensamente productivo para todos: ¡¡¡PAZ!!! ¡¡¡PAZ!!! ¡¡¡PAZ!!! ¡¡¡PAZ JUSTA!!!