Complementariedad de esa inmensa variedad – Redes y productividadeñn la Naturaleza – Capítulo 4

REDES Y PRODUCTIVIDAD EN LA NATURALEZA

Capítulo 4

Complementariedad de esa inmensa variedad.

En los apartados anteriores hemos profundizado en la riqueza de la variedad del universo del factor productivo Tierra con el que -generación tras generación- la Humanidad ha tenido que contar para cumplimentar sus apremios y necesidades, es decir, para mejorar su situación económica e incorporar valor añadido.  Ahora corresponde fijarnos en otra característica fundamental de esa inmensa variedad: su complementariedad.

Infinidad de veces actúan simultáneamente muchos bienes para alcanzar una utilidad común. Por ejemplo, papel, pluma y tinta sirven conjuntamente para escribir; aguja e hilo, para coser; aperos, semillas, terreno y trabajo para producir grano. Menger ha llamado ‘bienes complementarios’ a los bienes que mantienen entre sí semejante relación. Surge entonces la siguiente pregunta, tan notoria como difícil: en tales caso, qué parte de la utilidad común hay que atribuir a cada uno de los bienes complementarios que contribuyen a esa utilidad y qué leyes deciden sobre la cantidad proporcional del valor y del precio de los mismos?.[1]

Toda la riqueza de esa enorme variedad es complementaria[2]. La evidencia del sentido común –y aún más el sentido científico en todas y cada una de las ciencias- nos indica que todas y cada una de esas realidades diferentes están compenetradas de tal forma que unas remiten a otras[3] y estas a su vez a otras varias[4] constituyendo una realidad armónica ecológica majestuosa, sorprendente e inabarcable en plenitud. La realidad es mestiza. Cada una de sus partes macroscópicas y microscópicas está volcada hacia las demás y estás ejercen influjos mutuos sobre las otras[5], y también sobre las primeras. La variedad complementaria es  una característica vital de la realidad y por lo tanto de la realidad económica.

Yo he considerado la ley de los bienes complementarios como la contraparte de la ley de los costes. Así como aquélla desentraña las relaciones de valor que resultan de la yuxtaposición temporal y causal, de la cooperación simultánea de varios bienes para producir un objeto útil común, así también la ley de los costes realiza la misma labor de explicación de las relaciones de valor entre aquellos bienes que operan en sucesión temporal y causal, actuando uno tras otro y entre sí con la misma finalidad. «A través de aquélla se desenredan, por así decir, las mallas de la enmarañada red en anchura mientras que la ley de los costes la desenreda en profundidad. Pero ambos procesos tienen lugar dentro del marco omniabarcante de la ley de la utilidad marginal, de la que aquellas dos leyes no son sino aplicaciones particulares a problemas particulares.[6]

En esas enormes diferencias como también en los pequeños matices  de la variedad de la riqueza no rige el principio de no contradicción. Quiero decir que no es aplicable, porque si algo es y existe –y en la realidad, por definición, todo es y existe- entonces ese algo no tiene contrario, porque si el contrario también es, ya no es contrario. Nada contradice a nada. Todo en cambio complementa y enriquece lo demás y lo completa. La complementariedad[7] es un aspecto fundamental de los procesos económicos que no se puede obviar ni esconder si no queremos caer en graves errores metodológicos.

Los problemas que trae consigo la complementariedad han sido tratados en ocasiones en la investigación económica pero quizás no aún con la suficiente extenión  y minuciosidad. Uno de los pioneros es Carl Menger[8] y la Escuela Austríaca de Economía.

«Resulta ahora completamente cierto que disponemos de canti­dades sobrantes de bienes de orden inferior sólo mediante cantida­des complementarias de bienes de orden superior; pero es también igualmente cierto que pueden incorporarse a la producción no sólo cantidades fijas de bienes de orden superior, a la manera como suce­de en las combinaciones químicas…La experiencia general nos ense­ña más bien que toda cantidad definida de un bien de orden inferior es obtenida de bienes de orden superior que se hallan en una rela­ción cuantitativa muy diferente entre sí»[9]

La complementariedad horizontal y vertical, como característica típica de la relación real del valor, introduce un nuevo factor sustancial a tener en cuenta -además del sujeto origen valorado y el sujeto término al que se dirige– que es ese conjunto real de cosas con el cual se pone en contacto el sujeto origen para surtir el efecto deseado por el sujeto final. Establecida esta trilogía de sujetos, en relación con el valor, podemos concluir como premisa que nuestro conocimiento de los valores económicos de las cosas aumenta por tres vías:

  • Aumentando nuestro conocimiento de las características e idoneidades de lo que queremos valorar.

  • Aumentando nuestro conocimiento de las características, naturaleza, objetivos del sujeto término al cual referenciamos el valor.

  • Aumentando nuestro conocimiento de las relaciones de complementariedad entre el sujeto origen que valoramos y otras cosas que son necesarias para producir el objetivo del sujeto término.

Esas tres vías de aumento de conocimiento del valor se inician en el conocimiento de las características sensibles de lo que estudiamos, pasando a conocer a través de esas características más externas las más profundas y fundamentales de las que aquéllas derivan. Conocidas esas características fundamentales, volvemos a observar las sensibles como derivadas de aquéllas y por tanto con un conocimien­to más perfecto y completo. Este proceso de idas y venidas de lo accidental a lo sustancial y de lo sustancial a lo accidental no se efectúa una sola vez, sino que lo realizamos constantemente con el propósito de alcanzar un conocimiento más profundo del valor económico de las cosas.

Aumentar el conocimiento del valor económico de algo requiere los constantes procesos de idas y venidas de lo accidental a lo sustancial y de lo sustancial a lo accidental aplicados sobre el objeto origen que valoramos, el objetivo final al que se dirige y los objetos complementarios con los que se complementa el objeto origen en orden al objetivo final.

Cuando fijamos nuestra inteligencia, memoria e imaginación sobre una porción más  o menos extensa de la realidad material es fácil observar numerosos e incesantes influjos que unas realidades corpóreas ejercen sobre otras y éstas sobre otras[10] o sobre las anteriores reaccionando de una u otra forma según la intensidad y características del influjo y de la especificidad esencial o accidental  de las que se ponen en contacto. Bien podemos decir que la realidad es mestiza. Cada bien está remitiendo  a otros[11] y está como casando con otra realidad singular de la naturaleza. Todo está  abierto al resto complementándolo[12]. Es la armonía de la distinción y las diferencias de matiz concatenadas. Es el engranaje en la variedad donde todo efectivamente está engranado con todo. Es el engranaje vivo que se convierte en un engranar expansivo en volumen y en velocidad de acción revulsiva que se autoperpetúa en lo demás.  Es la riqueza de la unidad en la variedad. Todo casa con todo y está en tensión expectante de ser completada y perfeccionada. También en el ámbito intelectual y espiritual. Incluso en el ámbito imaginativo. Cada día un amanecer distinto dirían los poetas. La realidad está llena de matizaciones. Para comprenderla mejor hay que indagar en su variedad y en la interdependencia de esos matices singulares y de esas singularidades. Pienso que nunca se investigará lo suficiente profundizando en la gran riqueza de la complementariedad servicial de la naturaleza.

[1] Von Böhm-Bawerk, Eugen. Ensayos de Teoría Económica, Volumen I, La Teoría Económica. Unión Editorial – Madrid, 1999, pág. 219.
[2] Aristóteles, dirigiéndose decididamente a la consideración del ente en cuanto ente, encontró en las realidades complementarias la esencia y sus determinaciones concretas, el conocimiento de los inteligibles y el de las características sensibles porque la forma no está «separada», sino que es inmanente a la materia. Ciertamente la ciencia es siempre de lo universal; sin embargo, la verdadera realidad, o sea, aquella que nosotros constatamos, es lo singular como ousia concreta: a esto corresponde sobre todo el carácter de realidad y lo universal puede decirse real en cuanto que se reconoce como inmanente en él.  Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 297.
[3] Han coincidido con la definición de Wertheimer, de que un todo es significativo cuando existe entre sus partes, una dependencia mutua y demostrable. Maslow, A.H.,  Motivación y personalidad, Flamma, Sagitario, 1975, p. 38.
[4] Para describir este concepto, deberíamos decir que A y B causan una a otra y que son efectos la una de la otra y viceversa, como son también mutuamente dependientes, soportativas o reforzadoras.  Maslow, A.H.,  Motivación y personalidad, Flamma, Sagitario, 1975, p. 41.
[5] La hipótesis atómica, tan fecunda en  física, fracasó en la psicología. Nos enfrentamos continuamente a problemas de unidad orgánica, heterogeneidad, discontinuidad; el todo no es igual a la suma de las partes; comparaciones de cantidad fallan, pequeños cambios producen grandes efectos; las hipótesis de  un continuum uniforme y homogéneo no se verifican. Por eso los resultados de la psicología matemática no nos ofrecen índices fundamentales, sino derivados, no nos ofrecen medidas, sino, como máximo, primeras aproximaciones, índices falibles, así como aproximaciones hipotéticas, con muchas dudas acerca de lo que son índices o aproximaciones. Nadie era más consciente de ello que el propio Edgeworth. Keynes, John Maynard, Ensayos biográficos. Políticos y economistas. Barcelona: crítica, 1992; pp. 274-275.
[6] Von Böhm-Bawerk, Eugen. Ensayos de Teoría Económica, Volumen I, La Teoría Económica. Unión Editorial – Madrid, 1999, pág. 222.
[7] El hombre valora las cosas acabadas y disponibles para su consumo, para satisfacer su necesidad concreta; las inacabadas las valora sopesando su esfuerzo para completarlas. Las dosifica en orden a sus fines, en orden a hacerlas asequibles para su fin. Valora en menos tanto la dosis insuficiente como la sobredosis. Todos los recursos materiales son medidos en último término con las reglas de la naturaleza humana que continuamente se esfuerza con su actividad en dominarlas y conformarlas a la medida de sus necesidades. En Economía, la norma tanto en el consumo como en la inversión, producción y trabajo siempre es el hombre. El encuentro con sus fines últimos es el encuentro con los fines últimos que precisamos para fundar el valor económico.
[8] «Menger señala como característica de los bienes de orden más elevado la de que no pueden producir bienes de orden inferior sin la cooperación de otros bienes «complementarios», del mismo or­den. De lo cual se deduce que si faltan los bienes complementarios de orden más elevado, el «bien» en cuestión no puede satisfacer las necesidades ni siquiera indirectamente, y carece de utilidad; es decir, deja de ser un bien» STlGLER: «El pensamiento económico en Carl Menger», The Journal Politi­cal Economy, abril 1937, en El pensamiento económico….
[9] MENGER, op. cit., p. 98.
[10] Las mejores descripciones de este fenómeno. Proceden de estos estudios psicológicos; por ejemplo, el concepto de Horney del círculo vicioso, que es un caso especial de determinación circular, es un intento por describir el flujo continuo de la interacción dinámica dentro del síndrome, por medio del cual, cualquier parte está afectando siempre a otra en alguna forma, que a su vez y simultáneamente está siempre afectada por todas las otras partes.  Maslow, A.H.,  Motivación y personalidad, Flamma, Sagitario, 1975, p. 40
[11] Así por ejemplo, en el ámbito económico de las valoraciones y de los precios, para que se dé valor a una cosa, es decir, para que tenga utilidad, se requiere, además del sujeto origen y del sujeto término, un con­junto de riqueza al cual la cosa valorada se incorpora y con el cual se conjuga. Los bienes de tal conjunto de riqueza se dividen en com­plementarios y sustitutivos del sujeto origen.
Por lo tanto en el valor económico de los productos intermedios, de los factores de producción, además de la relación principal del sujeto origen al sujeto término, aparece también la relación a otros productos que son complementarios del primero en la producción.
El valor de una mercancía aumenta:
1) con el incremento de valor de la riqueza total, del producto final;
2) con la importancia de esa mercancía en el conjunto de la ri­queza;
3) con la disminución de la cantidad de sus sustitutivos;
4) con el incremento de la cantidad e importancia de sus comple­mentarios.
[12] «Aristóteles afirma en sus Tópicos -un libro raramente leído por los economistas- que se puede juzgar mejor el valor de un bien si lo añadimos a un grupo de mercancías o lo sustraemos del mismo. Cuanto mayor es la pérdida que experimentamos con la destrucción de ese bien tanto más «deseable» es esa mercancía». KAUDER: «Génesis de la teoría de la utilidad marginal, desde Aristóteles hasta finales del siglo XVIII», The Economic Journal, septiembre 1953, en El pensamiento económico.. .

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