PARA SOLUCIONAR EL PARO

PARA SOLUCIONAR EL PARO

Ante la situación dramática del empleo es desesperante ver cómo se trata de solucionar el grave problema del paro almacenando y mareando números y más números en las múltiples cuadrículas de los despachos de nuestros tecnócratas gobernantes. Creen que la economía es otra ciencia físico matemática donde mediante las estadísticas, los datos históricos ya acontecidos y la inducción, se descubren leyes cuantitativas y ecuaciones desconocidas que solucionarán indefectiblemente de modo regular, determinista e inmutable los problemas macroeconómicos. Queriendo predecir «científicamente» el futuro económico nos tratan como si fuésemos átomos que ni sienten, ni gozan, ni padecen y que tampoco piensan, ni se esfuerzan, ni se equivocan.

La inutilidad de tales planteamientos metodológicos queda patente cuando nos damos cuenta que la economía es una ciencia humana donde juega un papel crucial y preponderante la disparidad valorativa individual, casi siempre sorprendente, que cierra el camino a toda regularidad y a toda uniformidad o constancia. Diariamente se toman billones de decisiones humanas cuya dirección es marcada e insinuada por el deseo personal consciente o inconsciente de convertir determinadas situaciones dadas en otras más beneficiosas y acordes con los objetivos y preferencias propios y de los nuestros. Es imposible predecirlas.

Precisamente por todo ello, si alguien me preguntara cuál es la raíz del drama social a que da lugar el pavoroso desempleo en España, en Europa, y en la mayoría de los países contestaría con dos actitudes humanas generalizadas e interdependientes entre sí: el vacío de mentalidad empresarial y la falta de espíritu de trabajo continuado y cualitativamente bien hecho. Fíjense que hablo de mentalidad no de vacío de empresarios. Hay mucho empresario teórico, que busca subvenciones, prebendas, privilegios o fortunas especulativas, carentes de esa mentalidad.

En sentido estricto el empresario inventa el modelo de producto o servicio que debe guiar al trabajo subordinado en la realización de su obra, y lo proyecta determinando la especie y características del efecto futuro en que se materializará. El resto de la organización tiende a plasmar en una matera concreta y ayudada de instrumentos adecuados, el modelo antes concebido. En el empresario se gestan los paradigmas de las diversas producciones. Esa tarea directiva complementaria asume siempre los riesgos de su propia libertad, y por lo tanto su responsabilidad, tanto en los éxitos como en los fracasos. En el empresario quedan soldadas la tarea de dotar con capacidad de servicio sus bienes para hacerlos más apetecibles a los clientes potenciales y la consecución del máximo beneficio o la aspiración a lo mejor consecuencia de lo anterior. Cuanto más y mejor sirva lo que produce más firmemente se asentará una empresa en un mercado competitivo carente de privilegios, monopolios, rigideces y oligopolios.

Pero este proceso empresarial es perfectamente aplicable y generalizable a cualquier trabajador, a cualquier propietario de bienes físicos intelectuales y humanos, a cualquier persona por el mero hecho de serlo. Todo trabajador es en este sentido un empresario por cuenta ajena. Esa mentalidad empresarial, que busca realizar innovaciones en el servicio ajeno resultando un incremento en el propio beneficio, y que mejora profesionalmente en el ejercicio de esa actividad, puede y debe ser asumida, si se quiere actuar económicamente de forma racional y humana, por todo agente económico. Incluso en situación de paro oficial o siendo pobres de solemnidad. Aunque no fuésemos propietarios de ningún bien material en los que ejercer el libre poder de asignación sobre ellos, siempre seremos propietarios, por nuestra libertad, de la propia persona y, por lo tanto, de los propios talentos y virtualidades. Siempre podremos trabajar ejerciendo esa mentalidad empresarial que actúa en la sociedad en orden al fin legítimo de incrementar su patrimonio material y humano.

No me pregunten cómo concretar lo anterior porque es fácil de deducir. Toda la variada gama de medidas concretas que estimulen la mentalidad empresarial y el espíritu de trabajo son buenas. Las que dificulten su actividad buscando y fomentando la pasividad, la subvención, el privilegio o la teórica seguridad fiándolo todo al Estado, son contraproducentes.

No nos engañemos. De la misma forma que hay una tensión hacia el infinito de lo mejor y que todo es mejorable, también hay una tendencia hacia el cuasi-infinito de lo peor y todo puede empeorar. En la libre competición armónica de la vida el que no avanza retrocede. Tocamos fondo y lo rastreamos: luego retrocedemos.

JJ Franch

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