ECONOMÍA Y DOMINIO PERSONAL

ECONOMÍA Y DOMINIO PERSONAL

Aunque parezca una redundancia conviene señalar desde el principio que la economía es economía humana. La economía o es humana o no es economía, y su primer requisito es que tiene que tratar de relaciones donde las personas, con su inteligencia, voluntad y libertad originales, están en el eje central de su comprensión. En la «economía» puramente animal no hay ningún problema en la ordenación de los condicionamientos e instintos ya que, simplemente, están ahí apareciendo, manifestándose y ejerciendo su influencia determinista sin más. No existe ninguna duda ni indecisión para la que se necesite plantear la cuestión económica. Simplemente las fuerzas ciegas manifiestan su atracción fatal o exitosa.

Mientras el mundo irracional se organiza y se sustenta en un juego real de fuerzas físicas, biológicas e instintivas, el mundo humano de la libertad y la inteligencia se fundan en el dominio de sí mismo propio de la persona. Sólo quien es persona, que por lo tanto se pertenece, domina su propio ser dejando de ser pieza de un conjunto para convertirse en motor con energía vital propia, y protagonista de la historia por medio de decisiones libres. La sociedad interpersonal humana no es otra cosa que la armónica conjunción de libertades en tanto en cuanto cada hombre es señor y patrón de sí mismo. Mientras lo que rige el universo irracional es la fuerza, el determinismo y el instinto; en el cosmos humano el derecho, la razón y la libertad sustituyen a esa fuerza y a ese instinto. Sólo el que domina su ser por ser libre es capaz de orientar su acción en una u otra dirección eligiendo entre alternativas que proyectan distintos medios a diferentes fines. Sólo él es realmente capaz de decir con plenitud un sí o un no plenamente responsables, dominadores y consecuentes dando lugar, además, a la acción.

Si consideramos libre al hombre cuando puede optar entre actuar de un modo o de otro, es decir, cuando puede personalmente determinar sus objetivos y elegir los medios que, al efecto, estime mejores, tenemos que recalcar que cuando en ese cosmos humano no prevalecen el derecho, la razón y la libertad, sino la fuerza, el instinto y la pasión desbocada, terminamos en un cierto caos irracional donde todos salimos perdiendo, incluso los más fuertes.

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