Categoría: CITAS DE LIBROS DE ECONOMÍA, DERECHO Y CIENCIA POLÍTICA
Emilio Lledó
Resulta ahora completamente cierto (…) – Menger
Las necesidades reales que subyacen en todas las conductas (…)
Si en vez de seguir el criterio de recaudar lo más posible (…)
La profesión de economista tiene una atracción fatal por el número. (…)
El Estado omnipresente refuerza la rentabilidad de acción de los grupos de presión – (CITAS)
La soberanía del individuo
La libertad del productor nos lleva naturalmente a la condición del empresario, esa actividad, esa percepción que consiste en descubrir cómo satisfacer deseos ignorados de los consumidores. El empresario es aquel (siendo siempre, a fin de cuentas, un individuo) que adivina una necesidad generalmente desconocida –y por consiguiente insatisfecha- y que, a partir de esa idea o intuición personal y minoritaria, reúne los recursos necesarios para poner en marcha un método nuevo para satisfacerla. El empresario es un revolucionario tranquilo: revolucionario porque asume riesgos para satisfacer una necesidad que las empresas establecidas ignoran, y tranquilo porque interviene pacíficamente en el mercado porque su proyecto se deriva de su intuición profunda de la sociedad en la que vive. El empresario es un anarquista del establishment.
Lemieux Pierre, La soberanía del individuo, (Madrid: Unión Editorial, 2000, 2ª Edición), p. 69
Véndese una piedra que además de su precio común (…) – TOMÁS DE MERCADO
(…) sin duda no es salirse del ámbito de la realidad el ver en esos esfuerzos de superación un nuevo brote de aquel llamamiento que formó –con el “misterio” familiar y el culto de la ciudad- las normas de la Primera Edad: “el sentimiento de lo sagrado”.
Se le creía abolido. Pero hay que confesarlo: el “progreso” no ha destruido a esta llamada suprema, como la química no ha destruido a lo sagrado (o lo secreto) de la MUERTE, ni la fisiología a lo sagrado del AMOR, ni la sociología al del HONOR, ni la técnica a lo sagrado del ARTE. No sólo lo material no ha ahogado a esta palpitación del más allá, sino que además la requiere, la espera, la exige, so pena de dejar reinar, en las delicias de la técnica, los horrores del tedio. Interrogad a los testigos y hasta las imágenes de los Estados Unidos, de Escandinavia, de Rusia… Se quiere hacer del hombre un animal superior. Se le fabrica una colmena perfecta. Y él bosteza…
Os homini sublime dedit, coelumque tueri
Jussit ad sidera tollere vultus.
De aquí esta curiosidad inquieta, este apetito por la cultura, esa necesidad de “terciario” (…)
De aquí también esa eflorescencia de místicas que pueden conducir a las peores aberraciones, pero también devolver a un mundo, aturdido de progreso, el sentido de sus fines.
La última lección de nuestro tiempo nos parece, pues, ser, en definitiva, que la economía no basta al hombre. Es la lección de los hechos. Es la promesa del porvenir. Y es también la lección que nos ha legado el más ilustre de los economistas contemporáneos:
“Así –escribía Keynes en sus Ensayos de Persuasión- el autor de estos Ensayos, a pesar de todos sus “graznidos”, espera y cree todavía que no está lejos el día en que después de relegado el problema económico al segundo plano a que pertenece, el ámbito de nuestro corazón y de nuestro cerebro será ocupado o reocupado por los problemas verdaderos, problemas de vida y de las relaciones humanas, de la creación, de la moral y de la religión”
J. M. Keynes, Ensayos de persuasión, trad. Franc. N.R.F., 1933, p. 7 citado por Andre Piettre, Las tres edades de la economía, Madrid, Editorial Rialp, S.A., 1962, pp. 372-373.