La ética en general, como la virtud ética de la justicia, no consiste en dar, cumplir obligaciones, tomar decisiones de ahorro, realizar inversiones o repartir cosas en base a los fríos datos impersonales que nos transmiten los índices o los innumerables conjuntos funcionales. La responsabilidad ética, por ejemplo, de quienes toman determinadas decisiones en una entidad financiera tiene que mirar por las consecuencias concretas sobre los accionistas, sobre los trabajadores específicos, sobre los depositantes o clientes con  sus originales peculiaridades. Para considerar el comportamiento ético en los mercados financieros el capital debe ser tratado no como una simple cosa neutral sino como algo cuya concreción depende de la decisión responsable de determinadas personas que lo aportan al logro de distintos objetivos empresariales. Detrás de todo índice y detrás de cada activo financiero y de toda concreción del capital hay que ver personas.

JJ Franch

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La eficacia (rentabilidad de la acción) está en aprovechar al máximo las virtualidades de la realidad, en ordenarlas de acuerdo con sus máximas utilidades. Una misma cosa es idónea para producir otros diversos objetos o efectos. El mayor o menor éxito está en utilizarlas en cada momento y en cada lugar de forma que ejerciten su máxima capacidad al servicio del mejor fin.

Antonio Domínguez Ortiz, de la Real Academia Española de la Historia, al iniciar el capítulo titulado El gran siglo nos dice:

Aunque más dinámica que la Alta, la Baja Edad Media española medía su ritmo por siglos: se necesitaron dos, el XI y el XII, para decidir si España sería europea o africana, y en los siglos XIV y XV España se abrió a otros horizontes, los mares del vasto mundo. A la vez que esto ocurría en Occidente, la Europa nuclear, desde los Pirineos hasta el Elba, heredera del Imperio Romano de Occidente, quedaba libre de la amenaza de las estepas de Asia. No así el antiguo imperio de Oriente, luego llamado Bizantino, engullido lentamente por los otomanos, substraído a la cristiandad y a las formas de vida y cultura ligadas a ella. En el otro extremo de Asia, una China milenaria, inalterable, continuaba desplegando sus ciclos, mientras en el occidente de Eurasia se incubaba el Gran Viraje. En aquel milenario desplazamiento del centro de gravedad de la cultura humana desde Egipto a Grecia y luego a Roma, tras el intermedio de los Siglos Oscuros le llegó el turno al extremo Occidente, a los pueblos de la Península Ibérica. Ellos protagonizaron la más grande aventura jamás realizada, la circunnavegación del Planeta, en unos sitios plantando jalones, en otros implantándose de modo definitivo, trasplantando personas, creencias y modos de vida incubados en el extremo euroasiático a escenarios más vastos. El viraje de Magallanes-Elcano materializó esta revolución sin precedentes y el Tratado de Tordesillas dio marco legal al más ambicioso, al más increíble de los proyectos: el reparto del Globo entre dos pueblos ibéricos.

 Antonio Domínguez Ortiz,  España. Tres milenios de Historia,  Madrid, Ediciones de Historia, 2001, p 131.

2.3      Tomás de Mercado.

 Lucas Beltrán nos refiere esta sencilla y sugerente semblanza de Tomás de Mercado[1]:

 Este autor nació en Sevilla, en fecha desconocida, pero sin duda próxima a 1530. Muy joven fue a América y, en la ciudad de Méjico, ingresó en la Orden de Santo Domingo. Durante un tiempo ejerció el ministerio sacerdotal. En aquellos años se fundó la Universidad de Méjico, y Mercado estudió en ella.

 Regresó a España y vivió un tiempo en Sevilla, a la sazón la ciudad que hacía la mayor parte del comercio con América[2]. Sin duda llegaron a su conocimiento los casos de conciencia de muchos comerciantes que, deseando cumplir la doctrina católica, se encontraban con problemas para ellos insolubles. La moral medieval condenaba el interés del dinero y creía que las transacciones comerciales debían hacerse al “precio justo” ¿Cómo había de determinarse éste? ¿Y en qué casos la prohibición del interés podía dispensarse? Pues los moralistas medievales habían ido aceptando excepciones cada vez más numerosas a esta prohibición. Los confesores se veían obligados a dar soluciones a las consultas de los penitentes.

 De Sevilla, Mercado pasó a Salamanca, y en esta universidad continuó sus estudios.[3]

 Él mismo tenía en gran aprecio y veneración a los maestros de Salamanca porque nos dice en la Suma de Tratos y Contratos: Por lo cual deseando la utilidad y honra verdadera de estas grandes, procuré, que dado yo sólo compusiese la obra, muchos varones más antiguos en días y letras, que ya casi fuesen autores della (conviene a saber) todos los catedráticos en Teología de la universidad de Salamanca, y otros muchos maestros de gran erudición, como arriba van nombrados, examinándola ya compuesta, y aprobando su doctrina. Cada uno de los cuales la pasó por sí, y la censuró. De manera que se pueden asegurar con ella, y holgarse de tener resueltos y determinados sus contratos, por toda aquella famosa universidad, do al presente, y siempre conservó, y floreció toda doctrina verdadera, así natural y moral, como divina.[4]

El año 1569 publicó en la misma ciudad su libro Tratos y contratos de mercaderes y tratantes. Declara que “mi intento principal es instruir cumplidamente a un mercader en todo lo que con su ingenio puede entender por reglas”. Con esta finalidad escribió su libro en castellano y no en latín, como solían escribirse entonces los libros de este carácter, y empleó un lenguaje sencillo y claro. La obra tuvo rápida difusión y fue objeto de varias reediciones; durante algunos siglos siguió siendo consultada.

 En 1571, dos años después de la primera edición, apareció en Sevilla una nueva ampliada. Su extensión fue casi el doble de la primera. El título fue ligeramente modificado y pasó a ser Suma de tratos y contratos[5]. Una de las razones de las ampliaciones de la segunda edición fue contestar a una obra aparecida en Sevilla en 1569, el mismo año en que la primera edición del libro de Mercado había visto la luz. Esta obra era de Luis de Mexía; estaba escrita en latín, con un resumen de sus conclusiones en castellano; su título era Laconismus seu chilonium pro pragmaticae qua panis precium taxatur in interioris foro hominis elucidatione.

 El mismo año 1571 Mercado publicó también en Sevilla dos libros, uno titulado Commentarii lucidissimi in textum Petri Hispani y el otro In logicam magnam Aristotelis commentarii. Los dos tienen carácter filosófico y estaban destinados principalmente a la enseñanza. Dado ese carácter, no vamos a ocuparnos de ellos en este ensayo.

 En 1576 Tomás de Mercado se embargó nuevamente con rumbo a Méjico. Durante la travesía enfermó y murió.

 En 1587 se publicó en Sevilla una tercera edición de la Suma de tratos y contratos. En 1591 apareció en Brescia una traducción italiana de la primera edición española. Tratos y contratos de mercaderes y tratantes; el traductor fue Pedro María Marchetti.

 En los últimos tiempos, la Suma de tratos y contratos[6] (es decir, la segunda edición de la obra) ha sido objeto de dos reediciones, una por la Editora Nacional (Madrid 1975), con un estudio introductorio de Restituto Sierra Bravo[7]. La otra, por el Instituto de Estudios Fiscales (Madrid 1977), estuvo a cargo del profesor Nicolás Sánchez Albornoz, que escribió para ella un prólogo[8].

[1]   Rothbard  también  nos dirá unas breves palabras en su Historia del Pensamiento económico: El siguiente economista salmantino de importancia fue el colorista Tomás de Mercado (m. 1575). Su manual de teología moral,  Tratos y contratos de mercaderes (Salamanca, 1569), fue el más importante después del de Saravia. Nacido en Sevilla, Mercado se crió en México, donde ingresó en la Orden de dominicos, regresando a Salamanca y Sevilla. Su manual demuestra su amplio conocimiento de las prácticas mercantiles, adquirido en sus viajes, y es de estilo conciso y hasta irónico.
 Mercado fue un teórico monetario perspicaz, si bien a veces un  tanto confuso. Al aplicar el análisis de la utilidad a la moneda llegó hasta el límite mismo del análisis marginal cuando afirmó que el poder de compra de la moneda es más elevada donde ésta es escasa y por tanto es “estimada” en más. En dos palabras, Mercado advirtió confusamente que la demanda de moneda sigue un patrón, cayendo cuando la oferta se eleva, y que el valor, o poder de compra, de la moneda viene determinado por la interacción de su oferta y su demanda. Dicho con sus palabras:
 … la moneda se valora mucho menos en las Indias [donde se extrae el metal] que en España…. Después de las Indias, el lugar donde menos se valora es Sevilla, ciudad que atrae hacia sí todas las cosas buenas del Nuevo Mundo, y, después de Sevilla, las otras partes de España. Donde más se estima la moneda es en Flandes, Roma, Alemania e Inglaterra. Esta estimación y apreciación depende, en primer lugar, de la abundancia o escasez de estos metales; los cuales, como se encuentran y extraen en América, son allí tenidos en poco. Murray N. Rothbard,  Historia del Pensamiento Económico. El pensamiento Económico hasta Adam Smith. Vol. I. Clásicos de la Libertad. Madrid, Unión Editorial, S.A. 1999, pp 132-136
[2]   Uno de los méritos de Tomás de Mercado y de otros autores de la Escuela de Salamanca es que figuran entre los primeros que formularon la idea de la relación entre la cantidad de dinero y el nivel de precios. Qué parte del mérito de este descubrimiento corresponde a ellos y cual a autores extranjeros, sobre todo a Jean Bodin, es cuestión polémica. Larraz, en su mencionado libro, se ocupó ampliamente de ella y opinó que la mayor gloria corresponde a los españoles. No vamos a tratar de esta cuestión, porque nos alejaría demasiado del tema de nuestro estudio. Lucas Beltrán, Ensayos de Economía Política, nº 14, Madrid, Unión Editorial, S.A., 1996.
[3] Lucas Beltrán, Ensayos de Economía Política; Madrid, Unión Editorial, 1996, pp. 239-240
 [4]   Tomás de Mercado Suma Tratos y Contratos; Madrid, Editora Nacional, 1975,  p. 82.
[5]   Las fuentes jurídicas de la obra son muy numerosas y pertenecen tanto al Derecho Romano como al Canónico, Decreto de Graciano y otras colecciones, e incluso al derecho común. En materia de Cambios, sigue muy de cerca la Decretal de Pío V, sobre los cambios del año 1571, que inserta en su texto original latino después de haber realizado una exposición y comentario de ella.
 Asimismo son también muy abundantes relativamente las citas de los autores escolásticos, entre los que destaca de manera especial Santo Tomás por el número e importancia de las referencias. Después, los demás autores se pueden ordenar según el número de citas, de la siguiente manera: Soto, Silvestre, Cayetano, Conrado de Sumehart y San  Antonino de Florencia. Otros autores que se encuentran citados una o dos veces son Ricardo, El Hostiense, Juan de Andrea, Altisidoro, Gerson, Almain y Pedro  Palude.  Restituto Sierra Bravo. Estudio introductorio a la Suma de Tratos y Contratos de Tomás de Mercado, Op.Cit., p. 15.
[6]   Esto implica que la Suma de Tratos y Contratos responde en su intención a la finalidad genérica del método sociológico, que  pretende la investigación empírica de la realidad, y de hecho se encuentran en ella aspectos descriptivos o sociográficos de la vida económica de su época. Las numerosas descripciones de la realidad socioeconómica de su tiempo, frecuentemente detalladas y llenas de viveza y colorido, su base en la praxis y la insistencia en su importancia, constituyen una de las características más salientes del estudio que presentamos. Restituto Sierra Bravo, Estudio Introductorio Suma Tratos y Contratos. Tomás de Mercado, Op. Cit.  p. 13.
[7]   Este método didáctico (para instruir cumplidamente a los mercaderes) es no sólo intencional, sino que adquiere expresión concreta en la escritura de la obra en lengua vulgar y no técnica (entonces el latín), en su estilo sencillo, llano y claro, esmaltada de gráficas expresiones con vetas de pintoresquismo andaluz, y sobre todo, en los múltiples ejemplos que glosa las ideas de la obra, de tal modo que, a juicio de Abellán (8), “lo más característico de esta obra, el sello que la hace inconfundible con otras análogas son los ejemplos. Ellos, que siempre dan claridad a la doctrina, son doblemente necesarios, cuando ésta se dirige a los lectores poco habituados al abstracto raciocinio, y amigos en cambio de lo tangible, como suelen ser los mercaderes”. En conclusión desde un punto de vista metodológico, parece más adecuado considerar la Suma de Tratos y Contratos no como una obra de método único y uniforme, sino múltiple y complejo, en parte doctrinal o especulativo, en parte empírico y en parte didáctico. (8) P. M. Abellán: Una moral para comerciantes en el siglo XVI. Significación de la Suma de Fr. Tomás de Mercado en la Historia de la Teología Moral. “Miscelánea Comillas”, 1051, Restituto Sierra Bravo. Estudio Introductorio Suma Tratos y Contratos. Tomás de Mercado Op. Cit.  p.13
Las citas en la Suma de tratos y contratos las clasifica en:
 Sagrada Escritura
  1. Santos Padres
  2. Filósofos de la antigüedad clásica, griega y latina
  3. Fuentes jurídicas; y
  4. Citas de otros autores escolásticos
 Tanto las citas de la Sagrada Escritura como la de los Santos Padres son bastante reducidas en números absolutos y en comparación con alguno de los grupos indicados. Por otra parte, se encuentran especialmente en el primer libro, no existente en la primera edición, que trata de la ley natural, y se refiere, por tanto, a aspectos que se pueden calificar de marginales en relación al núcleo de la obra. Así, entre los Santos Padres, sólo se hallan citados, fuera del texto, una vez San Juan Crisóstomo,  otra Tertuliano y dos o tres San Agustín.
 Entre los filósofos de la antigüedad clásica destaca Aristóteles por el número e importancia de sus citas, como era de suponer, dada la formación escolástica del autor y su adscripción a la escuela tomista dominicana. Exceptuados Aristóteles y Cicerón, a quien también cita varias veces, sólo menciona una vez a Platón y otra a Marcos Catón. , Restituto Sierra Bravo. Estudio Introductorio Suma Tratos y Contratos. Tomás de Mercado Op. Cit.  p. 14.
 [8] Lucas Beltrán, Ensayos de Economía Política; Madrid, Unión Editorial, 1996, p. 240

El trabajo además no es homogéneo, ni es estático, ni está dado en cantidad ni sobre todo en calidad. El trabajo se forja especialmente en la familia. No sólo en el amplio período educativo sino también en los cada vez más amplios períodos llamados de ocio y tiempo libre que existen en la vida normal profesional. Con la decisiva influencia de la informática y las comunicaciones es creciente además la posibilidad de realizar muchas tareas profesionales en el hogar sin desplazarse al lugar formal de trabajo. El diseño y organización idónea de actividades en el ámbito familiar resulta decisivo para la formación y mejor prestación de los servicios laborales.

Un paso decisivo fue ver el valor como lo que merece ser deseado. No es que el sujeto atribuya o dé valor a algo, sino que lo reconoce, lo percibe como tal y por eso lo estima. En la interpretación madura, el valor es algo plenamente objetivo: las cosas tienen valor, independientemente de que yo lo perciba y reconozca o no. Los valores son cualidades que tienen las cosas, que por ello son “bienes” (…)

Julián Marías, Tratado de lo mejor, Madrid, Alianza Editorial, 1995, p. 32.

La visión del mercado personalizado en agentes identificables es un error: ninguna persona es el mercado. En las sociedades modernas, los mercados son redes complejas necesariamente impersonales, que fomentan y aprovechan la especialización, y consiguen así la cooperación eficiente de un número de personas que jamás habrían unido sus esfuerzos si ello hubiese requerido el conocimiento y la identificación individual de cada uno.

 A los socialistas (de todos los partidos, que diría Hayek) les repugna la idea de algo no controlado, y por eso gustan de fantasear con teorías conspirativas sobre unos malos que mandan. Es la gran excusa para intervenir, porque, después de todo, si los mercados están manejados por las multinacionales o por los especuladores, entonces será mejor que los controlen “democráticamente” las benéficas autoridades. 

Carlos Rodríguez Braun, A pesar del gobierno. 100 críticas al intervencionismo con nombres y apellidos, Madrid, Unión Editorial, S.A. 1999, pp.  222-223

Lo singular precede y funda, en la realidad, a lo universal. Respecto al mundo que se nos muestra ante nosotros, la realidad verdadera no hay que buscarla «fuera» de él, sino dentro de él, en las sustancias singulares como las piedras, las plantas, los hombres… que cada uno encuentra en la vida cotidiana.[1]

[1] Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 297.

La profesión de economista tiene una atracción fatal por el número. Desde tiempos inmemoriales el número ha estado envuelto en una aureola mágica de misterio y superstición, ejerciendo un atractivo especial sobre los humanos. Cada número expresa no sólo una cantidad sino también múltiples ideas y fuerzas que influyen en las elecciones de nuestro actuar. La interpretación de los números es una de las ciencias simbólicas más antiguas y Pitágoras o Boecio, por ejemplo, la consideraban como los instrumentos de la armonía cósmica e interior. No conviene emplear los números con un propósito equivocado porque se puede hacer mucho daño a los demás, especialmente a los más ignorantes y a los pueblos más supersticiosos. La eficacia del número supera la del vocablo puesto que es producto del signo y del sonido y, por lo tanto, su influencia es más fuerte y más misteriosa que la que ejerce la palabra.

El hecho es que personas con disposiciones virtuosas, actuando en contextos institucionales en los que las reglas del juego son forjadas a partir de la presunción del comportamiento autointeresado (y racional), tienden a obtener resultados superiores respecto a los obtenidos por sujetos movidos por disposiciones egocéntricas. Un claro ejemplo: piénsese en las múltiples situaciones descritas por el dilema del prisionero. Si juegan sujetos no virtuosos –en sentido especificado supra- el equilibrio al que llegan es siempre un resultado suboptimal. Si en cambio quienes juegan son sujetos que atribuyen un valor intrínseco, es decir, no solo instrumental, a lo que hacen, el mismo juego conduce a la solución óptima. Generalizando, el hecho es que el sujeto virtuoso que opera en un mercado que se rige por el solo principio del intercambio de equivalentes «florece» porque hace lo que el mercado premia y valora, incluso si el motivo por el que lo hace no es la consecución del premio. En este sentido, el premio refuerza la disposición interior, porque hace menos «costoso» el ejercicio de la virtud.

Zamagni, Stefano, Heterogeneidad motivacional y comportamiento económico. Inst. de Investigaciones Económicas y Sociales «Francisco de Vitoria» (Madrid: Unión Editorial, 2006), pp. 71-72.