Lo singular precede y funda, en la realidad, a lo universal. Respecto al mundo que se nos muestra ante nosotros, la realidad verdadera no hay que buscarla «fuera» de él, sino dentro de él, en las sustancias singulares como las piedras, las plantas, los hombres… que cada uno encuentra en la vida cotidiana.

Fabro Cornelio, Percepción y pensamiento, (Pamplona, Ediciones Universidad de Navarra, S.A., 1978) p. 297.

Mirabilis in altis

Salvo que el tiempo ha traído también el agrandamiento de las distancias entre Cristóferens y el mundo circundante. Pocos querrán ver en él a un portador de milagros, en vez del artífice de una negociación que pro­metió algo distinto de lo que muestra ser: la del esclavismo sobre tierras que en nada anuncian corresponder al Asia histórica. Es así, entonces, que si el Descubridor llega al final de sus días con una fe íntegra en los postulados de su construcción nadie deberá agradecérselo tanto como el historiador. Por­que le brinda con ello la última y mejor demostración acerca de la auten­ticidad de las creencias que fundó su ideación profético-cosmográfica. Y buena prueba, para mí, de que en la «maravilla» que dio origen a aquel edificio, hay que buscar las claves fundamentales de él.(…) Que la carrera de Colón haya tenido comienzo al modo paulino, en una llamada del Cielo para él evidente, constituye, como hemos ido viendo, una premisa capital para nuestro estudio. Y que debe quedar, por lo tanto, su­ficientemente consolidada.

Pérez de Tudela y Bueso, Juan, Mirabilis in altis, Estudio Crítico sobre el origen y significado del  proyecto descubridor de Cristóbal  Colón, Madrid, Consejo Superior de Investigaciones  Científicas, 1983, p. 93. 

En un sistema liberal el nivel de vida de la mayoría sube, mientras que en los demás sistemas solamente progresan los poderosos o quienes de ellos viven. En el mercado hay competencia y la competencia es por definición la ausencia de privilegios petrificados e injustificados: un capitalista solamente es rico en el mercado si invierte bien su capital, es decir, si produce bienes o servicios buenos y baratos, con lo cual debe en primer lugar preocuparse de beneficiar al público, respondiendo a sus demandas con prontitud y economía.

En cambio, los sistemas antiliberales o anticapitalistas, esos sí que son estructuras de privilegio. Allí si que los trabajadores son meros instrumentos. Toda la experiencia de los países comunistas prueba la profunda injusticia de los regímenes que aniquilan la libertad económica y la propiedad privada. En los países capitalistas también ocurre que si los estados son muy grandes, aparecen privilegiados que medran a su socaire y que convierten al pueblo en mero instrumento de producción, o de pago de impuestos.

Carlos Rodríguez Braun, A pesar del gobierno. 100 críticas al intervencionismo con nombres y apellidos, Madrid, Unión Editorial, S.A. 1999, pp. 149-150

Si bien la inflación es un fenómeno fundamentalmente de carácter monetario, también se debe señalar que, no obstante, puede ser afectada  también por el respeto a la competencia y la concurrencia en los diferentes mercados. Incidir sobre la competencia en los comercios, subastas  o concesiones administrativas por ejemplo, es incidir de forma importante sobre la estabilidad y el control inflacionario, finalidad primordial del interés público económico.

Jose Juan Franch Meneu

Porque, efectivamente, tal y como tiene   declarado el Tribunal de Defensa de la Competencia en resolución ya firme: El espíritu y la letra de la LDC, y en especial su artículo 1, están inspirados, tal y como expresa su Exposición de motivos, en el artículo 38 de la Constitución Española en donde se reconoce la libertad de empresa en el marco de la economía de mercado. Tales preceptos tratan de salvaguardar la independencia de comportamiento, la libertad de emprender y la autonomía contractual de los operadores económicos. El principio de la independencia de comportamiento por parte de los actores principales de la trama económica interdependiente resulta decisivo para el desarrollo de una competencia dinámica y enriquecedora, en beneficio de los usuarios finales… Por eso, cuando desde asociaciones, agrupaciones o colectivos diversos se transmiten pautas de homogeneización de comportamientos, y no digamos de precios y condiciones comerciales, se está vulnerando gravemente ese principio de independencia de comportamiento que resulta imprescindible para actuar con eficacia competitiva en los mercados por parte de todos y cada uno de los operadores económicos. Transmitiendo señales corporativas se intenta, y de hecho se consigue siempre, en mayor o menor medida, coartar de alguna forma la libertad personal de comportamiento económico de los agentes individuales restringiendo, en definitiva, los derechos exclusivos de libre disposición sobre lo propio en que consiste la propiedad.

Expte. Autoescuelas Alcalá. 

Véndese una piedra que demás de su precio común, según su claridad y resplandor, y cantidad, tiene alguna particular virtud para la hijada, o para la sangre, o para la vista, como sea virtud, que no suelen tener otras de su misma especie, y natura, no hay mucho escrúpulo en callarlo, cuando la compre. Basta dar por ella lo que comúnmente suele valer. Todo esto se ha dicho en declaración de aquella partícula, que no haya engaño en la venta, el cual podría haber principalmente en la ropa. Deste hemos hablado hasta agora, fuera del cual suele haber otro (conviene a saber) que se conciertan los mercaderes, de no abajar de tanto (que llamamos los Castellanos monipodio) vicio abominable, y aborrecible a todo género de gente, porque es muy perjudicial, tirano, y dañoso, y por tal condenado en todas leyes.

Tomás de Mercado, Suma Tratos y Contratos. Madrid, Editora Nacional,  [194] p. 182.

 

Comenzó con los griegos, como de costumbre. Los antiguos griegos fueron el pueblo de los primeros filósofos (philo sophia: amor a la sabiduría), de la primera gente civilizada que empleó su razón para pensar de modo sistemático y con rigor sobre el mundo que le rodeaba y para preguntarse cómo obtener y verificar ese conocimiento. Otras tribus y pueblos habían tendido a atribuir los fenómenos naturales al caprichoso arbitrio de los dioses. Una tormenta violenta, por ejemplo, se atribuía fácilmente a algo que hubiera podido enojar al dios del trueno. La forma de provocar la lluvia, o de apaciguar la violencia de los temporales, pasaba, por tanto, por descubrir qué actos humanos agradaban al dios de la lluvia o apaciguaban al dios del trueno. A tales gentes se les hubiera antojado estúpido intentar descubrir las causas naturales de la lluvia o el trueno. Lo pertinente, en su lugar, era descubrir la voluntad de los dioses correspondientes, qué pudieran querer y cómo satisfacer sus deseos.

Los griegos, por contraste, ansiosos por usar su razón —las observaciones procedentes de sus sentidos y su dominio de la lógica— para indagar el mundo y aprender sobre él, gradualmente dejaron de preocuparse por los caprichos de los dioses para ocuparse en investigar las realidades que encontraban a su alrededor. Bajo la dirección, en especial , del gran filósofo ateniense Aristóteles (384-322 a.C.), magnífico y creativo sistematizador que en épocas posteriores sería conocido como El Filósofo, los griegos elaboraron una teoría —un modo de razonar y un método de hacer ciencia— que más tarde llegaría a denominarse la ley natural. 

Rothbard, Historia del pensamiento económico. Vol. I. El pensamiento económico hasta Adam Smith, (Madrid: Unión editorial, 1999), p. 31.

Aunque cada conjunto de circunstancias que caracterizan una situación económica concreta es radicalmente original e irrepetible, conviene de vez en cuando sobrevolar el análisis coyuntural que nos atenaza, para contemplar el presente de cara al futuro con la perspectiva histórica que da la experiencia pasada. Si la economía tiene, respecto a las ciencias de la naturaleza la desventaja de no poder realizar experimentos de laboratorio, tiene también la ventaja (por ser una ciencia humana) de poder aprovechar la introspección personal y ser así capaces de estudiar las constantes históricas del despliegue de las características básicas de esa naturaleza humana.

En las teorías macroeconómicas generalmente aceptadas, los procesos circulares input-output, donde el nuevo output se convierte en bien intermedio y en input para una nueva unidad económica, quedan truncados precisamente en la familia. Los consumos familiares, siguiendo a Carl Menger, fundador de la cada vez más influyente Escuela Austríaca, se convierten en bienes de primer orden, es decir en bienes finales que transmiten derivadamente su valor a los bienes intermedios de segundo, tercer, cuarto orden…etc. Quedan ordenados así los distintos bienes según la relación causal respecto a los bienes de primer orden.

No deja de asombrar que, con ocasión de organizar su clásica apología del totalitarismo, Platón contribuyera a la genuina ciencia económica, siendo el primero en exponer y analizar la importancia de la división del trabajo en la sociedad. Al estar su filosofía social fundada sobre la necesaria separación entre clases, Platón procedió a demostrar cómo tal especialización se funda en la naturaleza humana, en particular en su diversidad y desigualdad. Platón hace decir a Sócrates en La República que la especialización hace que «no somos todos iguales, sino que hay una gran diversidad de naturalezas entre nosotros que se adapta a las diferentes ocupaciones».

Como los hombres producen cosas diferentes, se intercambian de modo natural unos bienes por otros, con lo que la especialización necesariamente da paso al intercambio. Platón también señala que esta división del trabajo incrementa la producción de todos los bienes.

[5] Rothbard, Murray N., Historia del pensamiento económico. Vol. I. El pensamiento económico hasta Adam Smith, (Madrid: Unión editorial, 1999), p. 41.